Como nieve que cae del cielo en los meses de invierno, como si se tratara de una mañana fría luego de una fuerte nevada decembrina, así han despertado en las últimas semanas las personas de La Palma cercanas al volcán, en las islas Canarias de España.
Han salido a la puerta y se han asomado a las ventanas para encontrar los suelos, carros y viviendas cubiertas, por completo, por montañas de ceniza. No es nieve, son restos de volcán.
Gris y no blanca, y caliente y no helada como la nieve, esta ceniza es el producto de exactamente un mes de erupción que lleva el Cumbre Vieja y que, hasta el último reporte de ayer, ya había afectado 763 hectáreas de superficie y 1.956 edificaciones. La ceniza, por su parte, alcanza hasta 4.000 metros, o más, en varios puntos.
El volcán, desde el 19 de septiembre, ha emitido 21.868 toneladas diarias de dióxido de azufre y 1.848 de dióxido de carbono y 228,9 hectáreas de cultivos se han perdido.
La vida en La Palma no volverá a ser la misma. Al menos no por muchos años. Ya van más de 6.000 personas desalojadas, pero son más las afectadas por las cenizas que les ha imposibilitado acceder a sus hogares y movilizarse en sus barrios y que ha detenido, incluso, las operaciones del aeropuerto.
¿Hasta cuándo seguirá activo el Cumbre Vieja? ¿Cuánta lava más falta por salir? ¿De dónde proviene tanta ceniza? ¿Se puede vivir cerca al volcán y rodeado de ceniza?
Todo incierto
Del futuro se sabe poco. No es posible saber cuándo durará la actividad, cuánto más magma debe salir al exterior y qué tanta superficie seguirá siendo afectada.
Las coladas de lava un día aumentan velocidad y al otro se ralentizan y su rumbo es incierto. Según un análisis de la BBC, se sabe que la cámara magmática puede llegar a tener varios cientos de millones de metros cúbicos de magma, de los que hasta ahora se han emitido solo unas decenas de millones. Técnicamente, todavía quedaría mucho material. Según previsiones teniendo en cuenta antecedentes del dorsal de Cumbre Vieja, las últimas seis erupciones han durado todas más de un mes y máximo tres meses.
Y la vida sigue
Quienes perdieron sus hogares tuvieron que reubicarse, unos en la isla y otros fuera de ella. Algunos, cercanos a la lava y por seguridad, también partieron. Pero otros, en zonas aledañas y sin tener claro cuánto más durará la erupción, tuvieron que aprender a vivir a su alrededor, rodeados además por cenizas y gases volcánicos.
En el aeropuerto de La Palma y el de Tenerife los vuelos a veces se cancelan y a veces se retrasan, dependiendo de las condiciones, la nube de cenizas y la montaña que allí ya alcanza los 4.200 metros de material.
La dirección del Plan Especial de Protección Civil y Atención a Emergencias por Riesgo de Volcánico recomendó a las personas de El Paso permanecer en interiores y este lunes en el Valle de Aridane, el municipio más afectado, las clases han regresado.
Fueron más de 4.500 alumnos y casi 600 profesores que volvieron a las aulas que abandonaron hace un mes, se acostumbraron al ruido del volcán y aprendieron a vivir entre las cenizas, confinados en los salones con las ventanas selladas y usando tapabocas y gafas protectoras en el exterior.
La sismicidad se mantiene, con reportes de hasta 61 terremotos en 12 horas y el Gobierno en pleno sigue adoptando medidas.
Esquivando cenizas
Si la lava no se puede controlar, la ceniza mucho menos. Y es mucha, tanta que cubre casas, estaciones de gasolina, carros y vías completas.
Pero, ¿de dónde proviene tanta ceniza? Hay tres formas en las que se puede producir, explica Modesto Portilla, geólogo y profesor en Volcanología de la Universidad Nacional. La primera es cuando el material caliente fundido, llamado magma, sale del interior del planeta y se convierte en lava o en volátiles (gases disueltos de CO2, vapor de agua, compuestos de azufre, cloro, etc.).
Los gases forman una burbuja que, al destaparse, libera la presión que ha formado y emite esos productos explosivos. Allí el magma se fragmenta en diferentes tamaños. El producto de esa explosión pueden ser de tres formas: proyectiles de gran tamaño llamadas bombas volcánicas, otras que parecen nubes o las corrientes de densidad piroclástica y unas que ascienden tanto que llegan a la estratósfera y donde el material es tan fino que es transportado por el viento. Esta última es la ceniza y cae donde el viento diga”.
La segunda forma en la que se produce es cuando los flujos de lava se detienen, paran y se agrietan. De esas grietas, por la presión interna, como si fueran pequeños volcanes, sale ceniza al explotar. Finalmente, la tercera forma es en el momento de la erupción.
¿Cuánto viaja la ceniza? Una vez sale del volcán, deja de depender de él. Será el viento el encargado de moverla y los kilómetros no podrán ser determinados, aunque a veces sí su dirección. “Hay una que da la vuelta al planeta y ni nos damos cuenta, no se siente en el aire”, continúa Portilla.
La cantidad, por su parte, dependerá de qué tanto dura la erupción. “Es como tener una nube encima que no cesa. Seguirá cayendo mientras siga la erupción, que es la fuente, y esta podría durar días o meses, como hemos visto en La Palma”, donde ya casi es un mes.
El lado positivo
Los suelos donde una erupción tuvo lugar o alguno de sus productos (lava, ceniza o gases), eventualmente y con el paso de los años serán los más fértiles de todos.
A esto se le conoce como meteorización, que implica que los productos del volcán (sean cenizas, partículas, vapores y gases o lava), terminan enriqueciendo la tierra.
Y esta meteorización es, de hecho, la razón por la que 70 % de la población colombiana vive cerca de los volcanes, según el Sistema Nacional de Información para la Gestión del Riesgo de Desastres.
Pero si lo que se busca es eliminar la ceniza, la única opción es moverla de lugar, llevarla en contenedores a otros espacios donde se pueda depositar sin causar daño o inconveniente.
Eso sí, esta ceniza, aunque no es frecuente, se puede aprovechar. “Ese material, la ceniza volcánica, es uno de los principales componentes de una mina de puzolana, de concreto, así que tiene usos y beneficios económicos, porque es muy reactiva y útil para la fabricación de cemento, agregados y demás materiales de construcción”, puntualiza Portilla.
Es decir que los volcanes y sus productos, con el tiempo, con trabajo y con recursos, se pueden convertir en una oportunidad y no solo en una amenaza.
Aún así, como recuerda Portilla, lo ideal sería no vivir cerca de ellos ni de sus productos, y remover la ceniza, pero si esto no es posible, se debe procurar aprender a actuar frente a la crisis.
Actualidad del volcán Cumbre Vieja en La Palma
763
hectáreas de superficie son las afectadas por la lava y los otros productos en La Palma.