Antes de sentarse a decorar uñas, Sandra Guisao tiene que prender el televisor, escuchar el ruido de una pantalla que no ve, porque todo el tiempo su mirada está clavada en lo que está haciendo en ese momento, es lo que le permite concentrarse. Lo que suena no es vallenatos ni música para planchar ni baladas: casi siempre lo que pone son películas de terror. Sandra comenzó el oficio de manicurista a los 15 años en Dabeiba, su pueblo natal, como una manera de buscar recursos para ayudarse y apoyar a su mamá. A los 20 llegó a vivir a Medellín y con el tiempo se fue profesionalizando: estudió belleza general. Hoy, a los 31, es un referente de este campo en la ciudad.
De su trabajo se destacan los sistemas artificiales de puntas extremas que en la práctica son uñas en acrílico más largas de lo común: pueden llegar a medir hasta 52 centímetros de largo y pesar solamente tres gramos. Son una especie de lámina muy delgada en acrílico.
Este tipo de uñas extralargas por lo general se utilizan para fotografías publicitarias, competencias de decoración y presentaciones en eventos de belleza. “Esto me ha permitido medir el límite que tengo, hasta dónde soy capaz de llegar. Mi reto cada vez es hacerlas más grandes y más livianas”.
El proceso de creación es el siguiente: lo primero que hace es mezclar el acrílico con el monómero (líquido que activa el producto) y esta consistencia luego la vierte en el molde. A los diez segundos, tiempo que tarda en secar, retira la estructura y comienza a limarla para quitar los excedentes de los lados: esto lo hace con ayuda de una máquina pulidora. Así le va dando la forma.
Después llega la parte creativa. Les hace arabescos (especie de textura), dibujos, técnicas como el 3D Art, difuminados con acrílicos de colores o les pega elementos decorativos como cristales y microbalines. Para el montaje, la estructura trae por debajo una base (uña postiza) que se adhiere en la uña de la persona con un pegamento especial.
Sandra, repite, se está retando consigo misma: cada vez que hace una estructura nueva su meta es que pese menos que la anterior para que quien las lleve puestas no le incomoden. Producir las diez uñas para las dos manos, por ejemplo, le tarda hasta una semana y el precio es de 1 millón de pesos.
Mirar fotos y videos de gente con más experiencia le ha permitido mejorar su técnica e inspirarse. Para crear nuevos tonos, cuenta, lo que hace es combinar tipos de acrílicos: todo es un ensayo error. Sus colores favoritos para pintar son blanco, negro, fucsia, rojo, naranja, azul. Son, sobre todo, los más vibrantes y alegres, porque a ella no le gustan los tonos opacos.
“El mundo de las uñas ha revolucionado, cada vez la pasión es más grande. A veces se me olvida la noción del tiempo porque cada día me quiero superar más, hay proyectos en los que repito y repito”.
También es profe
La docencia es otra de sus más grandes pasiones, y lo es desde hace siete años. En este momento en su grupo de estudiantes tiene un papá que asiste a las clases con su hijo y su esposa: una familia que llegó a aprender con la profe Sandra y que ya montó su negocio. En noviembre se graduarán 65 alumnas. “Lo más difícil de enseñar es llegarle a la persona, porque no todo el mundo comprende de la misma forma. Hay quienes ven el aprendizaje y de una lo toman, otros escuchan e inmediatamente reciben el conocimiento, pero hay quienes tienen que mirar, ver y practicar. A veces una dificultad es que la gente trae sus problemas de la casa al lugar de estudio”.
El tiempo y la pasión le han enseñado algo: comprender mucho más a los demás. Incluso, le ha despertado ese deseo de manifestar sin temores el cariño que siente por sus alumnas, porque se considera una mujer “muy fría”.
“El día que me muera me iré muy feliz porque he ayudado a muchas personas a cumplir a crecer; el agradecimiento de tantas alumnas por sus negocios o conseguir un empleo es la satisfacción más grande”.
En la pandemia participó en el concurso internacional (virtual) Global Nail Championship donde ocupó el primer lugar en la categoría mejor fotoposter, entre más de 300 personas que participaron. Su propuesta fue un retrato de una novia con uñas extremadamente largas.
Su sueño es llevar su conocimiento a otros países. Nunca ha salido de Colombia y ya casi se le cumple el deseo: el próximo mes viajará a Panamá a capacitar a un grupo de personas.
“Este es un arte que va más allá de arreglar uñas, realmente es una profesión muy bonita donde se puede estar cerca de los hijos y no depender de otra persona. Es una manera de poder hacer realidad el proyecto de vida”, dice la profe Sandra.