Mientras que algunos lo ven como una fuente de diversión e incluso una manera de mantenerse siempre informados, para otros, el chisme no es más que comentarios banales o rumores difundidos únicamente con el propósito de perjudicar a quien es objeto de ellos.
Sin embargo, el origen de esta práctica es antiguo, y su finalidad va más allá de simplemente difundir detalles sobre la vida de otra persona o entretener con una historia ajena. Los científicos aseguran que el chisme cumple funciones sociales e incluso evolutivas.
Lea: ¿Cómo escribe usted la risa en sus mensajes? La RAE aclaró la duda y no es “jajaja” ni “jijiji”
¿Cuál es el origen del chisme?
”El chisme es una característica ubicua de la comunicación humana. Todo el mundo parece hacerlo, sin importar dónde o cuándo viva”, explica Michele Gelfand, profesora de comportamiento organizacional en la Universidad de Stanford. “Puedes retroceder en la historia y ver que era común en Mesopotamia y Grecia. Los antropólogos afirman que estaba en el centro de la vida en las sociedades de cazadores-recolectores”, dice Gelfand en un comunicado de prensa publicado por la institución.
Según la Real Academia de la Lengua Española (RAE), el chisme es una “noticia, verdadera o falsa, acerca de alguien a quien generalmente se pretende criticar o desprestigiar”. Sin embargo, la definición que académicamente ha sido más aceptada en los últimos años es la que indica que esta práctica hace referencia a hablar sobre un tercero cuando este no se encuentra presente.
Pero el cotilleo o la habladuría –palabras con las que también es conocido el chisme–, ha tenido una connotación principalmente negativa. Desde hace algunas décadas, científicos sociales vienen estudiando cuáles son sus aspectos positivos. El antropólogo británico Robin Dunbar formuló una teoría que asemeja el aseo de los primates con la costumbre de los humanos de chismosear. En estos animales, las prácticas de limpieza también son consideradas como comportamientos sociales: sirven para crear vínculos, resolver conflictos e imponer liderazgos.
Ese proceso, conocido como “acicalado social”, Dunbar asegura que es el equivalente del chisme en los humanos, ya que por medio de este se pueden establecer relaciones y obtener información que es útil para elegir en quién confiar y en quién no.
En 2024, Gelfand, la profesora de Stanford, realizó una investigación con un grupo de expertos de la Universidad de Maryland con el objetivo de conocer más sobre la evolución social del chisme. El estudio, publicado en la revista científica PNAS, concluyó que “los chismosos tienen una ventaja evolutiva no solo porque difunden información útil sobre la reputación de las personas, sino también porque fomentan un comportamiento menos egoísta”.
Para esto, lo que hicieron fue crear un modelo por computadora parecido a un juego de simulación. En él había personajes virtuales llamados agentes, quienes podían decidir si querían difundir chismes o no, y cambiar su forma de actuar dependiendo de lo que hacían los demás. Los científicos observaron que los agentes solían modificar su comportamiento cuando veían que a otro le iba bien actuando de cierta manera. Por ejemplo, si a un chismoso le iba bien, ellos también comenzaban a difundir chismes.
Le puede interesar: Qué es el barebacking, la nueva tendencia de la Generación Z para viajar en transporte público
Lo que concluyeron fue que, además de que el chisme ayudaba a compartir información sobre quién era confiable o no, saber que una persona podía contar rumores sobre ti hacía que los demás se comportaran mejor. Por eso, Gelfand asegura que el chisme contribuye a mantener buenas relaciones sociales y a evitar comportamientos egoístas, siempre y cuando se difunda información verídica sobre un tercero.
“El chisme positivo y el negativo son importantes porque juegan un rol esencial al compartir información sobre la reputación de las personas. Una vez que la gente tiene esa información, las personas dispuestas a ayudar pueden encontrar a otras con quienes colaborar, y eso resulta beneficioso para el grupo. Así que chismear no siempre es malo. Puede ser algo positivo”, explicó Xinyue Pan, una de las investigadoras que participó en el estudio, en un comunicado de la Universidad de Maryland.
Además de los posibles beneficios que puede traer, otros ven el chisme como una posibilidad de difundir historias y conectar con otros por medio de ellas. Sin importar la funcionalidad que se le dé a esta práctica, lo cierto es que el “cotilleo” tiene efectos reales en las vidas de las personas y que, como aseguran las investigadoras, estos deben seguir estudiándose para conocer cómo impacta nuestra vida cotidiana el hecho de saber quién es la nueva novia del vecino o por qué renunció nuestro compañero de trabajo.