Según cifras del Dane, la demanda actual de lubricantes en Colombia está cercana a los dos millones de barriles al año, pero en ese mismo lapso son más de siete millones de barriles los que se desechan al cumplir su vida útil de uso, y no solo en motores de vehículos rodantes, sino en plantas estacionarias y la maquinaria que necesite del aceite para operar.
Según el convenio 063 de 2005, estos lubricantes son considerados por el Ministerio de Ambiente como residuos peligrosos una vez utilizados. El mismo documento dice que la disposición final debe llevarse a cabo en lugares específicos y autorizados para evitar la contaminación. No siempre se realiza satisfactoriamente y la informalidad termina por imponerse. También se ha detectado que muchos de estos aceites son reutilizados y vendidos nuevamente, en una infracción a las leyes del consumidor.
Una solución
En 1971 y tras un estudio que determinó que el aceite es el primer contaminante del planeta, el ingeniero ambientalista alemán Hermann Trabold comenzó a desarrollar un filtro que, basado en la nanotecnología, limpiara constantemente el lubricante para que así nunca perdiera sus propiedades y por ende, no se tuviera que cambiar.
“El filtro es como un riñón mecánico. Es un proceso parecido a la diálisis en la sangre humana. El aceite pasa por el filtro y el elemento secante que lleva en su interior se encarga de retener la suciedad. Así, mediante nanofiltración, lo retorna al circuito siempre limpio y en condiciones de uso perfectas. Por ende, nunca hay que cambiar el aceite, porque no hay oxidación ni hollín ni pérdida de viscosidad, ni acidificación, solo se remplaza el filtro cada 20.000 kilómetros y vale 150.000 pesos, el mismo usuario puede hacerlo y sirve para vehículos a gasolina y Diesel”, asegura el ingeniero, docente y tecnólogo mecánico Jaime Escobar, experto en el manejo de este producto.
¿Y entonces?.