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Diciembre comenzó bonito gracias al concierto de Karol G en Medellín

Miles de fans se reunieron en las inmediaciones de la unidad deportiva Atanasio Girardot para participar en el Mañana será bonito Fest, que tendrá dos fechas en la ciudad.

  • Desde muy temprano se prepararon los fans y los vendedores para vivir la experiencia del Mañana será bonito fest, de Karol G. FOTO: Carlos Velásquez
    Desde muy temprano se prepararon los fans y los vendedores para vivir la experiencia del Mañana será bonito fest, de Karol G. FOTO: Carlos Velásquez
01 de diciembre de 2023
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“Karol G es mi dios. Esto suena muy charro, pero así es...”, dice una de las miles de mujeres que salen del metro y caminan rumbo a la fila para entrar al sitio en el que la Bichota hará vibrar a Medellín. Esa frase es la más potente que se escucha en el circuito del estadio. Las otras declaraciones de amor por la cantante paisa Karol G versan sobre el empoderamiento femenino que promueve la cantante en sus letras. “La música de ella sirve para perrear y para superar las tusas”, dice otra mujer mientras sus amigas le celebran la gracia. Ellas van regias, celebran sus cuerpos y los muestran adornados con escarcha, blusas vaporosas y jeans ceñidos.

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“Ella trae mucha gente, pero la gente que trae no compra tanto”, dice uno de los vendedores ambulantes que se desgañitan para vender camisetas con los estampados de Mañana será bonito, el disco ganador del Grammy Latino al mejor trabajo de música urbana de 2023, las gorras con la caligrafía de la Bichota y las carpas de hule que el clima errático de estos días –esa alternancia de sol y de lluvia– hace imprescindibles. También, en el nudo de los gritos se oye a los revendedores de boletas, que no se ocultan. Los precios de las boletas han bajado sustancialmente: por ejemplo, Oriental bajó a 600.000, Sur a 400.000. Ellos, los comerciantes del rebusque, compran y venden los tiquetes de entradas y los puestos en la fila.

En la fila la gente teje lazos de complicidad. Los acentos se confunden cuando los asistentes corean. Y mientras me curo del corazón/ hoy salgo pa'l mar a aprovechar que hay sol/ Está bien no sentirse bien, es normal, no es delito/Estoy viva, más na' necesito”. También las voces se anudan en la catarsis colectiva que comienza con ese grito de guerra milenial que dice: “Marica, yaaa”, y sigue con una declaración de valor propio: “La veo sufriendo sola aunque lo niegue/se muerde los labios pa' poder ser fuerte/ ¿Cuántas horas de llorar son suficientes/pa entender que no es amor?”. Karol G es para las veinteañeras y treintonas lo que fue Rocío Durcal para las madres de ellas: una voz que nombra el dolor y, al hacerlo, lo hace entendible.

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Y esto no es un asunto exclusivo de las mujeres. “Karol G me identifica”, dice un hombre que tiene una blusa ombliguera y lleva unas gafas de colores. Otro hombre, de arete y melena revuelta, dice que ha bebido la tusa con varias canciones de la antioqueña. Muchos responden que llevan alistándose para este concierto desde hace mucho, incluso desde antes que EL COLOMBIANO contara que se iba a realizar por estas fechas. La gente sigue en la fila y siente el alivio de la noche que suaviza las pieles después del puño del sol. Este concierto brilla con un fulgor rosado, con una música que se pega a los oídos y no se va de ahí.

Al final unas santandereanas dicen que van a cantar las canciones del despecho así no estén justo ahora despechadas, lo harán por los desamores del pasado y por los que vendrán. Esa es la electricidad que se siente en la mitad de una multitud variopinta, en la que algunas madres acompañan a las hijas y en las que los novios se alistan para el flow cabrón que sienten las que van en un makinon.

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