Una de las cosas que más inquietaban al legendario skater californiano Jay Adams era que el skate dejara de ser divertido y terminara por convertirse en un trabajo, en eso que los adultos quieren que hagas. Porque esa diversión es lo que hace del skate más que un deporte un asunto de identidad, una herramienta que permite a cada uno ser lo que se propone más que lo que se supone. De eso se trata el skate y de eso se trata La Lija, un fanzine para hablar de la patineta, más allá de los trucos.
“La Lija quiere constituirse como un espacio de difusión que muestre lo que la gente siente por el skate de manera más íntima, donde el skate se desarraigue de los trucos, de las fotos y de los vídeos, y se arraigue a lo más lo visceral, a las decepciones, las desavenencias, las alegrías y todas esas experiencias que tienen que ver con una sensibilidad que todo el mundo siente pero que no todo el mundo es capaz de expresar”, dice Sebastián Gómez, skater, historiador y miembro del comité editorial de la publicación.
La Lija quiere ser la memoria del skate, guardar su historia entre textos y testimonios, porque las palabras a veces permiten ver más que las imágenes. En ellas no solo se percibe el truco sino todo lo que hay detrás: las experiencias, los recuerdos, la forma de relacionarse con el mundo. En las palabras está la vida, el significado. Solo así se entiende la magnitud y la trascendencia de la patineta.
“Ahí está todo realmente, es la vida la vida misma. Lo primero que te encuentras es frustración todo el tiempo, ves a la gente rodar y te gusta, te montás y, jueputa, esto está demasiado difícil, te cuestionás. Intentás, intentás, intentás hasta que lográs un truco insignificante y es como si fuera lo mejor del mundo”, dice Juan Pablo Gallego, más conocido como Barbas, otro de los fundadores y miembros del comité editorial de La Lija.
El amor por la patineta se construye al revés. Empieza por la dificultad, por la frustración, por el aguante. Hace falta tiempo y dedicación para que el cuerpo y la tabla se acoplen, se vuelvan uno. La patineta, el cuerpo, eso es todo.
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“Saltar en la patineta, pasar por encima de un obstáculo, con cuatro ruedas, dos bases de metal y una tabla de maple canadiense, qué cosa tan maravillosa. Volar, desafiar la gravedad con un objeto que no va pegado a tus piernas, pero tras unos movimientos bien calculados y sincronizados lográs que ella se adhiera a vos. Es el milagro más hermoso que pueda ocurrir debajo de las piernas de un ser humano”, escribió Michael Cháves en uno de los textos que incluyó la primera edición del fanzine —la única hasta ahora—.
Michael es psicólogo y es otro de los fundadores de este fanzine (revista temática). Empezó a montar hace 26 años con sus amigos del colegio. Dice que era el menos apasionado y más malo de todos: el más lento, el más miedoso, al que más le costaba aprender los trucos. Pero al año de estar montando vio un vídeo de skaters de Estados Unidos y se flechó para siempre.