Hay casas, hay hogares y hay refugios.
Un refugio, casi siempre temporal e improvisado, es lo que más de 3.788 personas buscan en Medellín y el área metropolitana día a día para pasar las noches. Esa cifra que, según el Dane, crece cada día, representa a las personas en situación de calle.
Un refugio que puede ser un agujero debajo de un puente, un techo hecho de cartón, las hojas de un denso árbol o, como se ve en esta imagen, un basurero.
Carlos Velásquez se tropezó con esta realidad el 24 de abril de este año, en los bajos de la estación San Antonio del Metro.
“Estaba haciendo mi turno en el periódico EL COLOMBIANO y pasando por ahí vi que salió una mano. Solo se vio eso, la mano. Paré el carro y esperé. Yo sabía que si había una mano, había una persona, a pesar de que veía que el espacio era muy pequeño”.
En ese pequeño contenedor naranja había un hombre del que no sabe nombre, edad ni nada de su vida y que, de hecho, todavía hoy busca para conversar con él y continuar una historia que quedó en pausa, inmortalizada en una foto, pero incompleta.
Tomó tres fotos. En una se ve la mano, en otra, el hombre mira hacia un lado y en esta, la ganadora de una mención de honor en el Premio Internacional de Fotografía, IPA, el hombre lo mira a los ojos, los de su cámara.
Velásquez recuerda que luego ambos se miraron y se rieron. Había una complicidad, pero cada uno siguió con su rumbo.
Una historia en tres fotos