Siete videos que suman 96 segundos, en los que se ve un abuso sexual, llegaron a WhatsApp y se viralizaron en España en 2016. El delito lo cometieron cinco hombres que hoy están en la cárcel pagando una condena de 9 años. Uno de ellos compartió el video en la aplicación de mensajería celebrando lo que habían hecho.
El caso sirve para entender por qué compartir videos de abuso o violencia no es la mejor forma de denunciar el caso o pedir justicia, sino que puede revictimizar a la persona afectada, causando el efecto contrario.
Entre el contenido educativo e inspirador que abunda en Internet, con el que muchos aprenden de cocina o una habilidad para conseguir empleo, también circulan publicaciones que han sido parte de los retos de las redes sociales en su historia reciente: el discurso de odio.
Este es un concepto amplio, pero tal vez se ha topado con una de sus manifestaciones en los videos violentos que se suelen viralizar en redes sociales, y más adelante, en WhatsApp. Muestran escenas explícitas de agresiones a mujeres, poblaciones vulnerables, maltrato animal e incluso homicidios o muertes.
Este tipo de contenido es solo una parte de lo que significa el discurso de odio. Según las políticas de algunas de las plataformas populares como Facebook, Twitter y YouTube, incluye las publicaciones que promueven la violencia y su objetivo es acosar, discriminar o victimizar a una persona o varias por su creencia, género, etnia, raza, filosofía o nacionalidad, entre otros.
La magnitud del problema es tal que Facebook, por ejemplo, asegura tener 35.000 empleados dedicados en su empresa únicamente a recibir reportes de contenido violento. También usa un sistema de inteligencia artificial para quitar ese contenido de la plataforma. Según el reporte de cumplimiento de las normas comunitarias de esta red social, la que tiene más usuarios en el mundo (2.500 millones), en el tercer trimestre de 2020 se retiraron 26,9 millones de incitaciones de odio solo en los idiomas español y árabe.
Las compañías tecnológicas tienen el reto de frenar la difusión de odio, pero los usuarios igual una responsabilidad al compartir este tipo de publicaciones. Conozca lo que sucede cuando se topa con un video violento y decide reenviarlo a alguien más o compartirlo en su perfil.
Pensar en el otro antes de...
El psicoanalista José Ramón Ubieto, docente de la Universidad Oberta de Catalunya (España), explica que estos videos se hacen virales porque “la violencia es un fenómeno que nos horroriza, procuramos salir corriendo ante una situación peligrosa, pero al mismo tiempo tiene un punto de fascinación”.
Señala dos razones por las que estos contenidos alcanzan mucha difusión: “En la pantalla se observa un acto violento sin correr peligro (algo que no pasa en la vida real) y también hay un deseo de reconocimiento humano de pronunciarse, opinar o denunciar un hecho indignante”, agrega el investigador en temas de la vida digital.
La recomendación de Ubieto al encontrar un video que muestre cualquier tipo de violencia es reportarlo (si se trata de una red social) o eliminarlo y evitar compartirlo (si le llega por una aplicación de mensajería). En WhatsApp no hay forma de evitar que un contenido circule porque es una plataforma con encriptación de punto a punto. Las plataformas no tienen interferencia en el contenido que allí se envía.
Esto porque “propagar estas imágenes es una forma de banalizarlas, hacemos que pierda el valor traumático y naturalizamos algo que no es natural”, enfatiza el investigador. Piense en las personas cercanas a las víctimas: si el video se ve en muchas partes (WhatsApp, Facebook, medios de comunicación) estarán obligados a recordar una y otra vez un episodio doloroso de una persona querida.
¿Sirve a las autoridades?
El politólogo Carlos Sáenz, formado en el Observatorio de Redes Sociales de la Universidad Sergio Arboleda, explica que aunque desde el punto de vista jurídico, los videos sí se consideran material probatorio ante posibles delitos, compartirlos causan revictimización pues suelen ser escenas donde solo se ve la persona afectada.
Esto es contrario a lo que sucedió en el ejemplo de España, citado al inicio de este artículo, porque ahí los victimarios sí se podían identificar claramente. Aunque eso no significa que deba compartirlos o que se necesite viralidad para la investigación. Si tiene la sospecha de que un contenido violento que llega a su teléfono ocurrió en Colombia o incluso en una comunidad cercana, la indicación de Sáenz es hacer la denuncia formal en el sitio web www.adenunciar.policia.gov.co.
Sobre la posibilidad de que un experto en seguridad informática ayude a la justicia siguiéndole la pista a un video violento que se viraliza, para verificar su procedencia o desde qué lugar se publicó por primera vez, David Pereira, consultor en ciberseguridad, explica que esto depende de muchos factores.
“La persona que sube el video puede usar una tarjeta sim completamente nueva solo para subirlo y luego la descarta. La trazabilidad por la geolocalización desde donde se envió el contenido es muy compleja en ese caso. Dentro de los videos existen algunos metadatos que se pueden utilizar o dentro de los fotogramas también hay detalles para analizar. Nosotros les colaboramos a las autoridades nacionales en ese tipo de consultoría, pero cada caso es único”.
Otro mecanismo que usan quienes publican estos contenidos son las redes privadas virtuales o VPN, que desvían su dirección IP, haciendo creer a los servidores que la persona se está conectando desde otro país. En ese caso el seguimiento también es complejo y costoso, indica Pereira. Sin embargo, es un trabajo que se hace directamente con las autoridades policiales cibernéticas y no por el contenido que comparten usuarios en redes sociales.
La indignación frente a la violencia se puede verbalizar, se puede comentar, pero evite compartir videos violentos: piense siempre en la víctima y sus familiares y personas cercanas. Póngase en los zapatos del otro. ¿Si le pasara a usted, quisiera ver a su familiar, en una situación indeseada, rodando en imágenes en redes?
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millones de contenidos de odio en español y árabe se retiraron de Facebook en tercer trimestre de 2020.