Eran las 2 de la mañana en el desierto en Marruecos y regresaban al campamento luego de siete horas de buscar al esquivo gato del desierto, el gato de la arena como también se le conoce.
Grégory Breton, director de Panthera en Francia (organización global de conservación de felinos silvestres) trataba de mantener despierto a Elhaj, el conductor, mientras Alexander Sliwa, encima de la capota del campero, echaba una última mirada.
A unos 4 kilómetros tres pares de ojos brillaron. Tres gatitos de la arena, Felis margarita, pequeños felinos de cara ancha y orejas más grandes que un gato común.
No perdieron tiempo. Estuvieron una hora tomando imágenes y haciendo videos. Primera vez que en su medio natural se lograban avistar gatitos del desierto, los felinos más pequeños del género Felis junto a los patinegros.
Encontrarlos no es fácil, relata Breton en el blog de la organización. Es difícil verlos en su rango natural al norte de África, el Medio Oriente y Asia suroccidental y central.
Casi nunca dejan marcas ni restos de sus presas y sus vocalizaciones son suaves. Se mueven furtivamente en la oscuridad, son expertos en esconderse y su pelaje es el camuflaje perfecto cuando se quieren desvanecer de observadores y amenazas.
Tenían entre seis y ocho semanas, calcularon, por otros vistos en cautiverio. Muy pequeños para marcarlos.
Al dejarlos, hallaron una hembra nerviosa. La marcaron. Tal vez la madre de los gatitos. Rastrearla puede aportar información de su periodo reproductivo y dispersión en su medio, asuntos no documentados a la fecha.