“El fin justifica los medios”. ¿Quién no ha escuchado esta célebre frase atribuida al escritor y político italiano renacentista Nicolás Maquiavelo? Esas palabras podrían resumir, para algunos, el espíritu de su polémica obra literaria El Príncipe, pero tal enunciado jamás lo encontrará en las páginas de ese libro por una simple razón: él nunca lo escribió.
Algunas fuentes aseguran que el autor fue Napoléon Bonaparte tras dar su impresión sobre la obra de Maquiavelo en la que explica cómo aferrarse al poder sin limitaciones éticas o morales, pero también hay quienes dicen que la frase, formulada con otras palabras, es del teólogo alemán Hermmann Busenbaum, quien en su libro en latín “Medulla theologiae moralis” (1645), expone: “Cuando el fin es lícito, también lo son los medios (Cum finis est licitus, etiam media sunt licita)”.
Ejemplos como el de Maquiavelo abundan en la historia y hoy se viralizan en la web a través de las redes sociales como Facebook, Twitter e Instagram. Filosóficas, de amor o curiosas, lo cierto es que la mayoría de personas comparten estas frases sin verificar su autoría.
El sancocho digital
Cada vez que el periodista antioqueño Luis Alirio Calle tiene que buscar “la cita del día” para ilustrar a su audiencia de radio y televisión, se enfrenta a un problema cuando acude a internet para agilizar la búsqueda.
“Lo común es encontrar frases adjudicadas a diferentes autores. Internet está dejando unos vacíos muy grandes y yo creo que lo más responsable en estos casos es decirle a la gente que la autoría de tal cosa está atribuida a tal persona y es sacada de internet”, dice Calle, quien destaca que cuando la duda es muy grande y las referencias de supuestos autores es muy confusa, opta por desechar y buscar otra.
Eso lo hace él como periodista, pero sostiene que la inquietud debe ir más allá de su gremio porque la falta de conciencia social sobre cómo deben manejarse los contenidos en la web comienza a reflejarse en las nuevas generaciones. “Los muchachos cada vez hacen tareas sacando de internet y a veces cogen copias y las meten en sus cuadernos y ni citan a nadie, eso es un sancocho aterrador”.
El punto de “siempre validar las fuentes” es también una recomendación del conferencista mexicano experto en redes sociales y tecnología Jorge Ávila, a quien le resulta peligroso que estas citas son en esencia “recursos para la persuasión” social, no en vano los políticos las utilizan en sus discursos o los conferencistas suelen apelar a ellas por el enganche instantáneo que pueden hacer con su público.
Herencia que relaja
Según el “tecnoevangelista” Ávila casi nadie suele poner en duda el respetable nombre del autor de las citas, por lo que el imaginario colectivo está sometido bajo los efectos de un fenómeno que llama “la herencia de lo confiable”.
Lo determinante para este experto en redes es que la verificación no solo debe estar en averiguar la procedencia de textos sino en descifrar la intencionalidad del interlocutor.
“Las citas son tan influyentes, que el evangelio no sería lo mismo sin ellas y sin la referencia a la persona, por eso no se dice el evangelio según la Iglesia, sino según San Juan o Lucas.”
Al igual que la Biblia, en la cual la credibilidad de los apóstoles nace de la fe, el experto advierte que las “falsas citas de autor” seguirán proliferando en las redes porque hay una masa de personas que creen en ellas sin cuestionar y por las pretensiones de otras que buscan legitimarse en esos terrenos.
“Hay muchas veces más interés de capitalizar una reacción en esa herencia de confianza que corroborar lo que es válido”, dice Ávila.