Los artistas que acompañaron a Gabriel García Márquez a Estocolmo a recibir el Premio Nobel, rompieron el protocolo. En el banquete, en el que según la tradición, solamente actuaba la Orquesta Sinfónica de Suecia, los colombianos cantaron y bailaron. Al concluir las presentaciones, los reyes de Suecia, Carlos XVI Gustavo y Silvia, les enviaron un mensaje en el que les decían: “Ustedes nos han enseñado cómo celebrar un premio Nobel”.
Julián Bueno, director de las Danzas del Ingrumá, de Riosucio (Caldas), uno de los asistentes a tal acontecimiento, dice: “La gente manifestaba su simpatía y su respaldo con palmas. Eso fue una cosa impactante”.
La delegación que acompañó al Nobel a la ceremonia la conformaban, además de este grupo representativo del folclor de la Región Andina que tenía con 24 integrantes, más de sesenta artistas, que armaron la rumba desde el avión de ida y solamente la terminaron cuando estuvieron de regreso en Bogotá.
Gloria Triana, en ese entonces Directora de la Oficina de Festivales y Folclor de Colcultura, fue la encargada de escoger a quienes estarían acompañando al Nobel. Por la región Caribe, Poncho y Emilianito Zuleta, y Diomedes Díaz; Totó La Momposina, con cuatro músicos, y la Escuela de Danzas Folclóricas del Atlántico, dirigida por Carlos Franco, con 19 bailarines. Por la Costa Pacífica estuvieron Leonor González Mina y su hijo, Candelario Cabezas, así como y Antonio Velásquez. Por los Llanos Orientales, los Copleros del Tranquero, integrado por Luis Quinitiva, José Paredes, María Tineo y Gladys Mendoza.
Iban también el escritor Álvaro Mutis, el hombre de radio Álvaro Castaño Castillo, el fotógrafo Guillermo Angulo, el compositor Rafael Escalona y otras personas, porque el cataquero había expresado, según Gloria Triana, que no quería sentirse solo y deseaba recibir el premio rodeado de música.
A Gabo lo encontraron en España, donde el Jumbo de Avianca hizo escala.
“Todos íbamos en el mismo avión, como si fuéramos un solo grupo —continúa evocando Julián Bueno—. Compartimos muchísimo, a pesar de que no nos conocíamos; hubo muy buena empatía. Y una coherencia en el espectáculo, que presentamos en cinco ocasiones en Estocolmo y una en París”.
A pesar de que había normas drásticas en el avión, dice Bueno, uno de los recuerdos que guarda con mayor cariño es que durante el viaje de ida todos iban cantando vallenatos de Escalona y que la Negra Grande de Colombia “era casi una fiesta andante”.
Una vez en Estocolmo, la disciplina fue fuerte. Llegaron a un clima de 12 grados bajo cero, “que no nos había tocado antes”. Y cumplieron una agenda estricta de ensayos y presentaciones”.
Cuando le expresó los agradecimientos a Gabo, él manifestó su gran alegría por estar con él.
El temor de Bueno, en la presentación durante el banquete, “era la combinación de la alpargata con el mármol: el resbalón de algún bailarín. ¡Cómo quedaba Colombia! Hicimos bambuco caldense, danzas del interior, el ritmo del torbellino; todo muy representativo de la Región Andina”. Y no tuvieron ningún percance.
El director de las Danzas del Ingrumá recuerda que en ese acto, Gabo estaba resplandeciente. Pudo verlo cuando el grupo dio un recorrido desde el segundo nivel del gran salón del Ayuntamiento, por entre el público, para que la gente viera los trajes típicos, para luego subir.
Pudieron pasar cerca de él y su alegría era inmensa. Estaba en una mesa, con los demás galardonados. La presentación colombiana duró unos 45 minutos, sin incluir el desfile, que tomó otro cuarto de hora.
“Su actitud era radiante. Quedan algunas fotografías, pero nosotros tuvimos la vista plena de esa alegría”.
La delegación formó el espectáculo Aracataca-Estocolmo, presentado en el teatro Colón y luego en la capital de Suecia, en varias presentaciones, entre ellas en el banquete especial.
Esa fiesta, esa manifestación de la diversidad folclórica colombiana fue criticada por algunos periodistas.
“Decían que, al romper el protocolo, íbamos a hacer el oso, pero fue todo lo contrario. Recuerdo entre ellos a un periodista, D’artagnan, quien tenía una columna en El Tiempo, él formó parte de esa delegación. Al final, en sus declaraciones dijo: me equivoqué”.