Cada cuatro años se ponen en evidencia los principales problemas que enfrentan las ciudades en materia de inseguridad, movilidad, vivienda, servicios públicos, salud, educación, etc. En campaña todo es válido, pero en la práctica de la gestión pública urbana debe primar la gerencia realista y coherente con un modelo de ciudad de largo plazo.
Un permanente proceso de urbanización de las regiones, cambios demográficos (como la reducción del tamaño de los hogares y la mayor incidencia de hogares unipersonales) y el innegable crecimiento del continuo urbano que sobrepasa los límites político administrativos nos obliga a pensar regionalmente. Además, la proliferación de asentamientos irregulares e informalidad urbana, el déficit habitacional existente, la insuficiencia en el acceso a agua potable y saneamiento básico, la carencia de infraestructura urbana y equipamientos sociales y la deficiencia estructural de espacio público, son parte de esa innegable realidad.
Todo esto requiere soluciones técnicas. El elector debe reflexionar sobre la visión de la ciudad, los recursos disponibles, el desempeño previsto y con todo esto escoger al mejor gerente urbano.
Nuestras ciudades son el pilar del desarrollo del país y por eso pensar en tener buenos gerentes urbanos, más que alcaldes que gocen de popularidad, nos ayudará a alejar nuestras ciudades de seguir convirtiéndose en trampolines políticos o espacios de división.