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El buen destino del edificio Vásquez

Quintero prometió un Centro de Desarrollo Cultural para la ciudad que nunca existió. Y como si fuera un sino trágico, el Vásquez regresó a sus épocas de olvido: poco a poco se convirtió en una caja vacía.

26 de febrero de 2024
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  • El buen destino del edificio Vásquez

El edificio Vásquez renacerá otra vez, pero no de las cenizas que lo consumieron por allá al comenzar el siglo XX y que le valieron el remoquete de “edificio quemado”, sino porque la actual administración de Medellín quiere poner de nuevo este espacio como centro de la vida pública de ese populoso sector del Centro de la ciudad.

En buena hora, la alcaldía de Federico Gutiérrez pone su mirada en este emblemático edificio para darle el aire que la anterior administración de Daniel Quintero le quitó, dejándolo como un “coco vacío”, tal como lo describió en días pasados el secretario de la No Violencia Carlos Arcila, al explicar las condiciones de abandono en las que se encontraba esta estructura patrimonial.

Desde allí, según explicó el nuevo gobierno de Medellín, funcionarán dependencias como Buen Comienzo, las secretarías de Cultura y No Violencia y el denominado Banco de las Oportunidades, todas entidades enfocadas en la atención de la población vulnerable.

Algo similar había prometido Quintero cuando decidió sacar a Comfama de ese bien inmueble en 2021, pese a que esa caja de compensación lo había administrado y le había dado vida desde 2003, cuando mediante una alianza público-privada se dio a la tarea de restaurarlo a fin de destinarlo a actividades educativas y culturales como parte del proyecto de recuperación del viejo sector de Guayaquil y abrió sus puertas para la ciudad en el 2006.

En ese entonces, Comfama invirtió cerca de $3.900 millones para sacar el edificio de sus ruinas y de la única función que parecía cumplir por esa época: ser refugio para los habitantes de calle que además de ocuparlo en la noche, poco a poco lo estaban desmantelando.

Por eso fue tan polémica la decisión de la Alcaldía de Quintero cuando decidió no renovarle el contrato a Comfama bajo el argumento de que allí también la administración podría mantener el nivel de ocupación y dinámica que hasta entonces había logrado la caja, que con su oferta de educación para la vida y formación cultural había beneficiado a unas 300.000 personas y cerca de un millón y medio de ciudadanos fueron impactados con todos sus servicios.

Quintero prometió un Centro de Desarrollo Cultural para la ciudad que nunca existió. Y como si fuera un sino trágico, el Vásquez regresó a sus épocas de olvido: poco a poco se convirtió en una caja vacía, cesaron las actividades con la ciudadanía, se restringió el ingreso al público en general y solo unas sillas arrumadas hacían parte del lamentable paisaje que se observaba en sus salones. Ni siquiera las propuestas de varios colectivos artísticos para aprovechar esos espacios para cocreación artística fueron atendidas. En los 18 meses que el gobierno pasado tuvo el edificio, el tercer piso siempre estuvo deshabitado. Qué desidia.

Poco valor tuvo para ese gobierno un edificio que fue declarado Bien de Interés Cultural de Carácter Nacional en el año 2000 y que ha sobrevivido a las transformaciones de la ciudad, siendo uno de los pocos íconos de la Medellín de finales del siglo XIX. En los libros de historia mencionan cómo este lote de 1.220 metros cuadrados fue adquirido por Eduardo Vásquez con la visión de construir allí uno de los edificios más altos y monumentales de la naciente ciudad. Y como todo buen visionario su obra quedó ligada a la actividad económica, pues su ubicación estratégica junto al Ferrocarril de Antioquia, le permitió abrir sus puertas en 1895, como “centro comercial” y, a la vez, lugar de residencia de las familias acaudaladas de la región, que con el paso de los años terminó convirtiéndose también en un hotel.

Ad portas de cumplir sus primeros 130 años, el Vásquez entra en una nueva etapa. El actual gobierno de Medellín decidió conservar el manejo del edificio por dos razones. La primera basada en el interés de recuperar la dinámica que tuvo el sitio durante años y que fue clave para revitalizar el deprimido sector de Carabobo y de su vecino el Parque de las Luces. Para ello planea abrir las puertas para tener allí exposiciones itinerantes, contenidos literarios, presentaciones artísticas, de danza y teatro y proyecciones audiovisuales. Y la segunda razón es económica y va en línea con el principio de austeridad que ha ordenado el alcalde Gutiérrez. Los colectivos culturales también piensan en el futuro del lugar y sueñan con que se abra allí una cinemateca, como lo han planteado durante varios años.

Es hora de borrar los dolorosos episodios de ruina, abandono y desgobierno para que el Vásquez vuelva a sus días majestuosos, como centro de la vida pública de la ciudad.

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