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El mismo día en que el país supo que Marelbys Meza, la ex niñera de la ex jefe de gabinete Laura Sarabia, había sido víctima de interceptaciones ilegales, se publicaba la encuesta periódica Colombia Opina de la firma Invamer.
Dicha encuesta, que no alcanzó a medir el impacto de esta crisis mostraba ya un panorama de opinión pública devastador para el gobierno de Gustavo Petro: el 59.45% de los colombianos desaprueba su gestión, que solo es aprobada por el 33%. El 70 % de los colombianos piensan que el país va por mal camino, y sólo un 23% sostiene la opinión contraria. Es la radiografía de un proyecto que se desplomó; de una promesa de cambio, de renovación y de buenos tiempos que se derrite rápidamente en medio de la incompetencia y de los cada vez más graves y frecuentes escándalos internos.
Basta pensar lo siguiente: estamos apenas empezando el mes de junio, y en lo corrido del año tenemos ya dos crisis ministeriales, un grave escándalo que involucra al hijo del presidente, y el drama de no creer lo que acaba de suceder en la última semana, y que culminó con la salida del gobierno del embajador en Venezuela Armando Benedetti y de la jefe de gabinete o de oficina presidencial Laura Sarabia, que había sido por muchos descrita como la segunda persona más poderosa del gobierno.
Una crisis que aún no termina. Que por el contrario se agravó con la revelación anoche de los audios en los que Benedetti amenaza diciendo que él sabe mucho y si habla se van todos presos.
Y mientras esto sucede, las políticas del gobierno hacen agua. Estamos a 15 días de que se acabe el período de sesiones ordinarias del Congreso, y ninguna de las tres grandes reformas del gobierno ha sido aprobada. Y parece claro que ninguna lo será, por simple cuestión de tiempo. Pero además porque estas reformas, promovidas por el presidente como la esencia misma del cambio, han despertado todo tipo de alarmas en la sociedad civil. La más preocupante es la reforma a la salud, la cual de un plumazo destruye un sistema construido en tres décadas de esfuerzos y mejoras, y lo reemplaza por un sistema improvisado al que ni las cuentas le cuadran ni las proyecciones le cierran. Y ni qué hablar de la reforma laboral, que paradójicamente con la bandera de ayudar a los trabajadores va a destruir empleo formal.
Súmenle a lo anterior lo que está pasando con la “paz total”, en virtud de la cual todo tipo de bandas armadas y grupos de crimen organizado expanden rápidamente su control a lo largo y ancho del país. Otra vez secuestros. Otra vez extorsiones. Por todas partes combates, hostigamientos e intimidaciones. No es fácil para un país llorar el asesinato de dos de sus policías y una mujer, para luego ver al comisionado de paz agradecerle al Eln que se adjudicara el crimen y destacar esto como un gesto positivo.
No es un misterio, entonces, que la credibilidad de este gobierno y la esperanza en sus políticas estén por el piso. Y eso que falta que se produzca plenamente el impacto político del último escándalo.
Dicho escándalo, derivado entre otras cosas del débil liderazgo presidencial, y de los pactos con el diablo que hizo el presidente para poder llegar a la victoria, borra completamente la pretensión de que este es un gobierno diferente, un gobierno de prácticas distintas, y sobre todo un gobierno que está del lado de los débiles.
¿Qué legitimidad reclaman como gobierno popular si desde allí se ordena la interceptación ilegal a una persona humilde? ¿Es el gobierno de “los nadies” aquel en el que una de sus defensoras, la senadora Clara López, dice abiertamente en televisión que no es lo mismo chuzar magistrados que chuzar a “una sirvienta”?
Nada de esto debe ser fácil de tragar para los sectores de izquierda que sinceramente y de buena fe creyeron en el proyecto de Petro. Ya tuvieron que tragarse varios “sapos” en la campaña, como ver al hoy mandatario subido a la tarima con Armando Benedetti, con Roy Barreras, con Julián Bedoya o con Álex Flórez. Todos ellos del aparato político tradicional, ninguno de ellos proveniente de las luchas sociales. Hoy, es una de esas alianzas la que culmina en este desastre.
No debe ser fácil para ellos, que en el pasado han sido perseguidos, ver que ahora también se recurre al mismo tipo de tácticas. Y que alrededor de este gobierno los conceptos que gravitan son cosas como platas en efectivo, chuzadas, traiciones, amenazas, “guardados”. Dice la senadora Maria José Pizarro que así es como han actuado otros gobiernos y que “jamás actuaremos de la misma manera”. Lamentamos notificarle que ya lo hicieron.