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Secuestro:
ni perdón ni olvido
No hay nada que agradecerle al ELN, ni podemos olvidar a las decenas de personas que siguen secuestradas.
Otra vez volvimos a sentir lo mismo: que se nos hacen agua los ojos de la emoción al ser testigos del momento en que un colombiano sale de esa tortura que es el secuestro. Ya se nos había olvidado esa sensación. El corazón se nos llenó de alegría al ver a Luis Manuel Díaz levantar su brazo después de bajar del helicóptero. El ‘Mane’, a quien poco conocíamos a pesar de ser el padre de esa entrañable estrella del fútbol que es Lucho Díaz.
Celebramos que este tormento de doce días haya terminado y que don Luis Manuel pueda estar nuevamente en su hogar, de donde jamás debió haber sido sacado.
Como a los delincuentes nunca les hacen falta defensores de oficio, generalmente oportunistas o simpatizantes, hay que poner en palabras claras aquello que para todo el mundo debería ser obvio.
Primero, aquí no hay nada que agradecer al ELN. Devolverle a una persona lo que le pertenece, y ese bien preciado por encima de todos que es su libertad, no es un favor ni una concesión ni una gracia.
Segundo, nada de que esto se resolvió muy rápido. El secuestro es un crimen tan horrendo que doce días son un tormento que nadie debería vivir. El ELN jamás debió haber cometido este atroz plagio, pero incluso habiéndolo cometido, su decisión debió ser liberarlo de inmediato si es que tan comprometidos están con la paz y con el alivio humanitario como dicen estar.
Tercero, nada de lo que hizo el ELN durante estos días merece ningún tipo de reconocimiento. Qué lamentable es oír, de parte de personas que tienen alguna voz pública, la sugerencia de que al grupo terrorista había que reconocerle o agradecerle por admitir este secuestro. De esta absurda tesis se hizo vocero, por ejemplo, el ex presidente Ernesto Samper, quien ha caído en la triste rutina de decir cosas impertinentes para tratar de mantener algo de relevancia.
Cuarto, la alegría que hoy sentimos no nos puede cegar ante la realidad de que quedan muchas otras personas en cautiverio, varias de ellas en poder del ELN. Diversas estimaciones apuntan a que esta organización ha secuestrado a más de 30 personas en lo corrido de este año. No podemos hoy olvidarnos de su drama y del sufrimiento de sus familias. Y tenemos que seguir exigiendo a esa organización su liberación inmediata sin contraprestación alguna. Y, quién lo creyera, tenemos que exigir al gobierno que endurezca y aclare su posición con respecto a los secuestros del ELN.
Quinto, y en relación con lo anterior, tenemos que admitir con tristeza que la posición del gobierno se está volviendo un coadyuvante de este terrible delito. Un delito que crece ante la indiferencia de un gobierno que frente a las organizaciones que lo cometen maneja un lenguaje suave, benévolo y condescendiente, limitándose a pedir amablemente que la práctica del secuestro cese. O a decir que van a conversar ese tema en la mesa, lo cual termina siendo nada más que una acción dilatoria.
Además, ¿no se había conversado ya el tema? Se supone que ambas partes acordaron un cese al fuego, y que parte de ese cese al fuego es el respeto por el Derecho Internacional Humanitario, el cual prohibe, entre otras cosas, los secuestros y las tomas de rehenes. Pero al parecer esto no quedó muy claro, o no lo tiene claro el ELN, pues la organización ha seguido secuestrando a pesar de lo anterior.
Y son esas tibias declaraciones, como las del comisionado Danilo Rueda, las del senador y negociador Iván Cepeda, y las del propio Presidente de la República, las que le transmiten al ELN el mensaje de que secuestrar no está tan mal. Que no es un grave problema ni va a tener consecuencias. Hablamos de un grupo cuyos líderes le dicen en la cara al gobierno y al país que van a continuar con sus operaciones “de financiación” y nadie en el gobierno es capaz de decir una palabra.
Además de lo anterior hay un cierto mal sabor que nos deja este episodio y es el de que esto se resolvió porque se trataba de una persona con un cierto nivel de notoriedad pública. ¿Qué va a pasar con las decenas de secuestrados que no tienen esa condición? ¿Los vamos a olvidar? ¿Va a hacer algo el gobierno por ellos? Y con “algo” nos referimos a algo más que simplemente plantear el tema para que tal vez se discuta en una mesa de negociación.
Con un crecimiento del 70% anual en el país, y el 88% en Antioquia, el secuestro amenaza volverse nuevamente una pesadilla nacional. La permisividad gubernamental con las organizaciones que lo practican solo ofrece razones para el pesimismo. .