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¡Que no nos pase lo de Sri Lanka!

Sería triste que por un embeleco ideológico, por creer que de un día para otro se va a lograr el cambio, el país pierda el terreno ganado o peor aún vaya a perder la soberanía energética.

29 de septiembre de 2024
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  • ¡Que no nos pase lo de Sri Lanka!

Hace exactamente dos años, en el Congreso Nacional de Minería, Irene Vélez, para entonces ministra expuso su teoría del “decrecimiento”. “Nosotros necesitamos exigirles a los otros países que comiencen a decrecer”, dijo, “de ese decrecimiento depende que los impactos del cambio climático nos afecten menos”.

Lo decía no sabe uno si con una monumental ingenuidad o con una alta dosis de ignorancia de cómo funciona el mundo real. Lo cierto es que con eso justificó la decisión que por ese entonces tomó el gobierno de Gustavo Petro de no permitir nuevos contratos de exploración de petróleo ni de gas.

Le llovieron tantas críticas, que el presidente Petro salió a defenderla diciendo que “lo primero” que le habían enseñado a él en la Universidad de Lovaina, había sido la teoría del decrecimiento del economista Serge Latouche. Como si eso fuera una explicación suficiente para despejar la profunda inquietud.

Hoy, dos años después, vemos con preocupación que aquella teoría, todo indica, hará estragos en Colombia a partir del próximo año cuando el país ya no tendrá el gas natural que necesita para funcionar.

Necesitamos 120 Giga BTU por día (BTU es la medida del gas), pero solo tendremos disponibles 43,5. Es decir, menos de la mitad.

¿De dónde va a salir el gas que hace falta? Una opción es importar. Lo cual haría que suban entre 20% y 40% las tarifas, según un informe que publicó Promigás esta semana. Y Promigas tiene porque saberlo pues es dueño de la única regasificadora que hay en el país, para poder importar gas, cerca de Cartagena.

Si las tarifas suben de esa manera, el 70 por ciento de los colombianos que cocinan con gas –la gran mayoría de ellos de estratos 1, 2 y 3– van a sentir un tremendo garrotazo en el bolsillo. Por no hablar de las empresas o los vehículos que operan gracias a esta partícula.

Pero eso no es todo. La gran paradoja es que tener menos gas nos podría llevar a crear mayor contaminación, hogares de menores recursos se podrían ver abocados a volver a cocinar con leña y las térmicas, que suplen el suministro de energía eléctrica a los hogares, dejarían de utilizar gas para pasarse al diésel o acpm. Un combustible mucho más contaminante.

Recapitulando, entonces, gracias a esta idea de no explorar nuevos campos de petróleo y gas, primero, es un totazo para la Nación porque ya no va a ganar nuevos recursos vía regalías y exportaciones; segundo, a los colombianos y en particular a los de más bajos recursos les va a salir más caro el recibo de energía; y tercero, no vamos a contaminar menos –la supuesta razón de este “decrecimiento”–, sino que vamos a ensuciar más la atmósfera.

Por supuesto que teorías como la del “decrecimiento” hay muchas que nos hacen soñar con paraísos perdidos. Lo cual no quiere decir que se puedan convertir en realidad de la noche a la mañana. Y mucho menos que se puedan aplicar sin medir las consecuencias o sin preparar al país.

Recordemos que a solo 20 días de que Gustavo Petro asumiera la Presidencia, a un homólogo suyo le tocó escapar de su país mientras una multitud se volcaba a su mansión, usaba su piscina y se acostaba en su cama. Se trataba del presidente de Sri Lanka, Gotabaya Rajapaksa, que había prometido convertir a su país en modelo de agricultura orgánica y pensó que bastaba con prohibir los fertilizantes sintéticos. Las cosechas automáticamente cayeron a la mitad y los precios de los alimentos aumentaron en un 80%.

Rajapaksa decretó la prohibición pero no se le ocurrió cómo iba a sustituir esos fertilizantes. Lo mismo está ocurriendo con Colombia. El mismo informe de Promigás, advierte que una transición desordenada le puede salir muy costosa a nuestro país.

Ha sido evidente la torpeza con la que se ha manejado el sector. Petro sostuvo hasta hace muy poco que íbamos a importar gas de Venezuela. Pero no había hecho ningún análisis serio, porque el gasoducto entre los dos países está destruido, el gas venezolano, dicen expertos, es de mala calidad para el ambiente, y en Venezuela ya hay familias que están volviendo a cocinar con leña ante la caída de la exploración en el vecino país.

Colombia viene desde hace rato por un buen camino de transición energética. Desde 2016 es reconocido como el sexto país con la matriz energética más limpia del mundo, y durante el gobierno de Iván Duque fueron varias las autoridades que aplaudieron los avances del país en esa materia.

Es posible que el Gobierno tenga una carta guardada. En el país hay campos esperando el visto bueno de Petro para poder explorar gas. Incluso, según se dice en el sector, podría ser un gas más a la mano que el de Uchuva que se puede demorar 8 años o más en hacerse realidad.

Sería triste que por un embeleco ideológico, por creer que de un día para otro se va a lograr el cambio, el país pierda el terreno ganado o peor aún vaya a perder la soberanía energética de la que ha gozado y que nos hace en ese sentido un país poderoso.

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