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Leyva: el nefasto invento de Petro

Leyva no solo dejó un desastroso legado administrativo, sino que ahora El País de España denuncia que está en campaña para tumbar al mismo gobierno que lo empoderó.

hace 11 horas
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  • Leyva: el nefasto invento de Petro

Cómo será de problemático Álvaro Leyva que hace un año estaba, del lado del Gobierno, conspirando para llamar a una Asamblea Constituyente, llevarse por delante la Constitución y hacer reelegir a Gustavo Petro. Y ahora, está buscando todo lo contrario, según una denuncia del diario El País de España: quién le preste atención en Estados Unidos para conspirar contra el mismo Gustavo Petro.

Hay errores de los que no se vuelve. Y Álvaro Leyva es uno de ellos. El presidente Gustavo Petro lo rescató del olvido político, lo instaló en el corazón de su gobierno como su primer canciller y lo encumbró con la responsabilidad de representar a Colombia ante el mundo.

Leyva no solo dejó un desastroso legado administrativo –como su negativa de adjudicar el contrato de los pasaportes, exponiendo al Estado a una demanda de más de 120 mil millones de pesos– sino que ahora El País de España denuncia que está en campaña para tumbar el mismo gobierno que lo empoderó. Una paradoja verdaderamente explosiva.

Esa denuncia, si se comprueba, es gravísima. Ninguna diferencia política justifica intentar desestabilizar la democracia colombiana. Que un excanciller esté involucrado en una iniciativa semejante debería alarmar a todos los sectores.

Pero tal vez no se podía esperar nada distinto si tenemos en cuenta que el mismo Leyva, en mayo del año pasado –ya suspendido pero aún con poder informal en la Cancillería– fue uno de los cerebros de la insólita propuesta de convocar una Asamblea Constituyente. Se inventó que el Acuerdo de Paz contenía un “parrafito” que autorizaba semejante maniobra. Fue una tesis jurídicamente absurda, pero que Gustavo Petro nunca desestimó.

Y lo peor es que no es de ahora. Más alarmante aún es el prontuario político del personaje. Leyva ha sido una constante sombra en la historia reciente del país. Siempre cerca del poder, pero con lealtades ambiguas y una tendencia peligrosa a creerse imprescindible.

Su historial está marcado por escándalos que incluyen desde una investigación por enriquecimiento ilícito con dineros del cartel de Cali (por la cual pidió asilo en Costa Rica), hasta sus relaciones opacas con las Farc, su participación como delegado de esa guerrilla en el proceso de paz del gobierno Santos, y su presencia en los correos de “Raúl Reyes”. ¿Alguien recuerda que aparecía como “El Profe” en los archivos del computador del jefe guerrillero “Raúl Reyes”, en los que planeaban un gobierno con la agenda de las Farc si lograba llegar a la Presidencia?

Y sin embargo, Petro decidió hacerlo Canciller. ¿Por qué? ¿Por ingenuidad política? ¿Por cálculo ideológico? ¿O por creer que podía domesticar a una figura tan volátil y ambigua como Leyva? Cualquiera sea la respuesta, el error es imperdonable. Leyva no sólo no aportó diplomacia ni transparencia al “gobierno del cambio”; por el contrario, fue protagonista de una de las gestiones más opacas y caóticas de la política exterior colombiana en décadas.

Además, según lo confesado por el propio presidente Petro en su cuenta de X, el canciller permitía que su hijo, Jorge Leyva, actuara como “lobbista” en giras diplomáticas oficiales, un hecho que jamás se debió permitir. Si el Presidente tenía sospechas –como ahora dice tenerlas–, ¿por qué lo mantuvo en el cargo? ¿Por qué permitió que tomara decisiones clave para el país mientras presuntamente favorecía intereses personales y tejía sus propias redes de poder?

Cuando Leyva fue destituido por la Procuraduría en noviembre, lejos de desaparecer, se convirtió en un opositor virulento. No han pasado meses desde que publicara cartas abiertas en las que pedía la renuncia de Petro, y ahora un audio filtrado lo muestra afirmando que “hay que sacar a ese tipo”. ¿Se refería a hacerlo vía institucional o a través de métodos menos democráticos? No lo sabemos con certeza. Pero el contexto, las palabras, y sobre todo el personaje, hacen pensar lo peor.

Y aunque tal vez nadie en Estados Unidos le prestó atención –como es probable–, el daño está hecho. Leyva representa no solo un símbolo de traición política, sino el rostro del despropósito de un gobierno que se empeñó en darle poder a quienes no lo merecían. Petro no puede ahora presentarse como víctima. Él mismo reinventó a Leyva y le dio protagonismo. Él lo trajo del pasado y lo instaló en el presente. Lo mínimo que puede hacer ahora es asumir su responsabilidad ante los colombianos.

Porque mientras el país enfrenta desafíos profundos –económicos, institucionales, sociales– se ha desatado un espectáculo grotesco protagonizado por un funcionario que jamás debió haber tenido poder. Leyva fue un error, y como todos los errores graves en política, este también tiene consecuencias. Petro tendrá que convivir con ese legado.

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