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“Primera línea”:
no al olvido

Ahora que a la alcaldía de la capital aspira un financiador de la “primera línea”, sería bueno para el país no olvidar los crímenes que bajo esta bandera se cometieron.

21 de septiembre de 2023
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  • “Primera línea”: no al olvido

El campeonato nacional del descaro se lo ganó hace pocos días el senador Gustavo Bolívar, quien en un debate de candidatos a la alcaldía de Bogotá, al ser preguntado por el ataque reciente a un CAI por parte de miembros de la llamada “primera línea”, se atrevió a responder que tal vez fueron los mismos policías los que encapuchados realizaron el ataque.

Así como no podemos permitir que se olvide la atrocidad de los falsos positivos, y en ese sentido nos unimos a las voces de apoyo para que en la JEP se siga destapando lo que fue esa tremenda barbaridad, tampoco debemos permitir que se olvide la gravedad de los crímenes de la “primera línea”. O que se intente normalizarlos.

Vivimos en la época de la memoria. En la que hemos aprendido a decir, ante los crímenes serios y atroces, “no al olvido”. Incluso si hay impunidad, si por la vía de negociaciones los responsables logran evadir la cárcel, que no evadan la memoria: que el recuerdo de lo que hicieron y la responsabilidad por ello los acompañe siempre. Que sea esa al menos una manera de hacer justicia.

Todos los ciudadanos, sin importar la ideología, debemos apropiarnos de las campañas por la memoria y contra el olvido en un sentido amplio, para no olvidar los crímenes que también se han cometido bajo espurias banderas de rebelión y resistencia. Hoy queremos llamar a que no haya olvido con respecto a la llamada “primera línea”.

¿Por qué es especialmente importante que no haya olvido en este caso? Porque las fuerzas extremistas, que son muy hábiles para la propaganda y la narrativa, han venido tratando de construir una visión romantizada de esta organización, presentándola como un heroico frente de resistencia juvenil que, armado solo con dignidad y algunas piezas de chatarra, habría enfrentado la supuesta arremetida violenta de las fuerzas del Estado durante las protestas de 2019 y 2021.

Es verdad que, en la reacción de las autoridades frente a esas protestas, hubo actos específicos de exceso y abuso, los cuales deben ser materia de investigación y juzgamiento, no por parte de “colectivos” o muchedumbres sino por parte de fiscales y jueces.

Sin importar si los propósitos de su origen fueron nobles, la realidad incontestable es que la llamada “primera línea” muy rápidamente se transformó en una especie de frente múltiple de acción violenta e intimidatoria a lo largo de varias ciudades de Colombia, y el mito aquel de la heroica resistencia juvenil quedó atrás.

Parte de la verdad será explicar y entender, por ejemplo, si se trató de una manifestación cien por ciento espontánea o si detrás hubo quienes movieron hilos de indignación y sicología de masas para convertir los dolores de muchos jóvenes en un arma de guerra. El hecho de que también en Chile, en las manifestaciones que se dieron antes de las de Colombia y también fueron altamente destructivas, existieran grupos con el mismo nombre de “Primera Línea” da lugar a la suspicacia.

El mito de que la llamada “primera línea” surgió con el propósito de defender a los estudiantes de la acción de la Policía quedó atrás cuando se tornó hacia la destrucción sistemática del comercio y la infraestructura, afectando sobre todo a los pequeños comerciantes, a los trabajadores, y a los vendedores informales.

Quedó atrás cuando se dedicaron a hacer imposible la vida de las comunidades vecinas de los sectores en los que mantenían sus barricadas, como el sector aledaño al llamado Portal Américas de Bogotá, donde la gente tuvo que confinarse en sus hogares durante el día y resguardarse durante la noche, cuando la “primera línea” se tornaba más violenta. Tampoco hay que olvidar lo que se vivió en Cali, donde los ciudadanos se sintieron sitiados durante semanas y en donde la gente debía pagar “peajes” para poder cruzar de una zona a otra dentro de sus propios barrios.

Para esa época, ya cuando los hechos eran patentes, y cuando era claro que la “primera línea” no era una organización juvenil idealista sino que estaba involucrada en serios crímenes, el hoy candidato a la alcaldía de la capital, Gustavo Bolívar, no solo les renovó su apoyo sino que además les proveyó elementos como cascos y otras herramientas.

Una visión muy diferente a la de Bolívar tiene la Justicia: no olvidemos que cuatro miembros de la “primera línea” del mencionado sector de Bogotá fueron condenados judicialmente por concierto para delinquir y tortura, y que ante la lectura del fallo amenazaron al juez diciéndole “nos vemos en las calles”. ¿Es esto lo que queremos? ¿El imperio de la amenaza callejera?

Ya es hora de que Colombia deje de premiar el crimen y el terror. Nada lo justifica. Doscientos años de hacerlo no han traído más que nuevos crímenes y más terror.

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