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Petro y Trump: una pelea innecesaria

Si bien es mentiroso y temerario de parte de Trump llamar a Petro “líder narco”, lo cierto es que su gestión frente al narcotráfico y a los peligrosos grupos criminales asociados a él ha sido un fracaso.

hace 14 horas
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  • Petro y Trump: una pelea innecesaria

Donald Trump perdió la paciencia. Gustavo Petro lo provocó una y otra vez, hasta que la cuerda se reventó. El hecho de que el presidente estadounidense llame a Petro “líder del narcotráfico” puede sonar exagerado, innecesario y grosero, pero también hay que decir que no es más que la respuesta natural –con el mismo tono destemplado y la misma carga de agresividad–, a los reiterados ataques del mandatario colombiano Gustavo Petro contra el gobierno de Estados Unidos.

Desde enero, las provocaciones y las hostilidades de Petro contra un país que ha sido un aliado estratégico de Colombia, y su mayor socio comercial, han sido constantes. Se negó a recibir los vuelos con deportados, cuestionó públicamente los operativos de ese país en el Caribe, acusó a Estados Unidos de “asesinatos” sin pruebas, pidió a los soldados de ese país “desobedecer a Trump” y toleró que, el viernes pasado, movimientos cercanos a su gobierno hostigaran con flechas a la Embajada estadounidense en Bogotá.

No son hechos aislados, sino piezas de una estrategia de confrontación política que, bajo el disfraz de soberanía, responde más a la vanidad ideológica y al cálculo político que al interés nacional. Ninguno de estos gestos ha beneficiado a Colombia.

Se esperaba que la Casa Blanca, como hasta ahora, ante los ataques, “dejara en visto” al mandatario colombiano. Pero el mensaje de Trump en la madrugada del domingo cambió el tono del escenario diplomático. Llama la atención el momento elegido: ¿fue acaso el retiro del director de la Policía, general Carlos Triana, y el ataque a la Embajada, atribuido al Congreso de los Pueblos, lo que colmó la paciencia de Washington? No está claro por qué la sanción verbal llega ahora y no cuando Estados Unidos descertificó a Colombia hace apenas un mes.

La acusación de Trump puede llegar a convertirse en una torpeza estratégica si en vez de aislar a Petro, o de presionarlo, que es lo que busca Washington, le da la oportunidad para graduarse de líder perseguido por el “imperio”. Sin embargo, el presidente colombiano tampoco tiene asegurado el respaldo popular.

Si bien es mentiroso y temerario de parte de Trump llamar a Petro “líder narco”, lo cierto es que su gestión frente al narcotráfico y a los peligrosos grupos criminales asociados a él ha sido un fracaso.

El mandatario estadounidense, más allá del insulto, básicamente dice: no vamos a mandar más plata a Colombia –se calcula que en los últimos tres años han aportado más de $5 billones para la lucha contra la droga– porque el gobierno Petro lo único que ha hecho es aumentar la cantidad de cocaína producida.

Más allá de Trump, son los colombianos quienes tenemos razones para preocuparnos. Petro ha disfrazado de “paz total” un proceso de indulgencia con los mayores beneficiarios del negocio ilícito. El Comité Internacional de la Cruz Roja reportó 719 víctimas de minas antipersonales en 2024, un aumento del 89 % frente al año anterior. Los secuestros crecieron 122 %, según la Fundación Ideas para la Paz. Y el reclutamiento de menores regresó con 409 casos, de acuerdo con la Defensoría del Pueblo.

Cada decisión errática de Petro —del rechazo a la cooperación internacional a la criminalización de la Fuerza Pública pasando por su “paz total” sin pies ni cabeza— ha debilitado al Estado en los territorios donde el narcotráfico dicta las reglas. No hay política de seguridad rural ni presencia institucional capaz de reemplazar el vacío que deja la improvisación.

La lucha contra la droga no es un capricho extranjero, es una necesidad nacional. La Constitución que nos rige es clara en decir que se deben combatir los delitos, no los que el gobierno de turno decida. Y Petro, en lugar de liderarla, ha dejado que Colombia retroceda a los años en que el Estado perdió el control del territorio y los carteles dictaban la ley.

El intervencionismo más peligroso no proviene del extranjero: es el del propio Estado cuando, por omisión o complacencia, interviene en favor del crimen.

Si la dura respuesta de Trump es producto de una táctica calculada por Petro para encender los ánimos y victimizarse, sería un error que el país cayera en esa trampa. Defender la dignidad nacional no puede confundirse con defender los caprichos de un presidente que pone en riesgo las relaciones internacionales y la seguridad del país.

Colombia necesita liderazgo sereno, no peleas inútiles. Las confrontaciones personales pueden servir al presidente de turno, pero nunca a la Nación.

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