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Petro más solo

¿y más loco?

Por fortuna las instituciones, los ciudadanos y las empresas siguen firmes en la tarea de sacar adelante al país y sostener los equilibrios de la democracia

hace 13 horas
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  • Petro más solo ¿y más loco?

El presidente Gustavo Petro atraviesa el momento más solitario —y quizá más errático— de su mandato. Y en un gobierno como el suyo, que ha estado marcado por la polémica, eso es mucho decir.

Los aliados que alguna vez le dieron sustento político y legitimidad social —la Unión Sindical Obrera (USO) y Fecode— están desesperados y anunciaron cada uno por su lado marchas de protesta en contra del gobierno de Petro.

La USO, que durante décadas ha defendido la soberanía petrolera y fue apoyo incondicional del mandatario, anunció su rechazo a la intención del Gobierno de vender la participación de Ecopetrol en la cuenca del Permian, en Texas. Calificaron la decisión como “error histórico” y anticipan movilizaciones si se concreta. En su criterio, el Gobierno, que prometió fortalecer lo público, termina por entregar un activo estratégico que representa rentabilidad, reservas y autonomía energética.

Simultáneamente, Fecode —el sindicato de maestros más poderoso del país— convocó un paro nacional de 24 horas para el 30 de octubre. La razón: el deterioro del sistema de salud del magisterio, una crisis que golpea a miles de docentes y sus familias. El mismo sindicato que, en 2022, celebró la victoria de Petro ondeando banderas, hoy se siente traicionado. Que dos de las columnas sindicales del petrismo se levanten en protesta no es una simple coyuntura: es la expresión de un proyecto político que se está quedando sin interlocutores.

Mientras tanto Petro, en su discurso público, se le nota cada vez más extasiado ante la figura mítica que ha venido construyendo de sí mismo. Su ego desbordado anda, además, desatado: “Ya en el mundo no conocen a Colombia por Pablo Escobar, ahora el mundo conoce a Colombia por Petro”, dijo hace dos semanas en una comparación ciertamente deplorable. Y el lunes, en entrevista con Daniel Coronell, como si fuera la cosa más natural del mundo, reconoció que él lo que quería era ser “inolvidable”, no solo en Colombia sino “en el mundo”.

Esa entrevista dejó perplejo a más de uno. Empezando por el propio periodista que escribió: “Me voy más preocupado de lo que llegué”. Y no pocos en redes sociales se mostraron inquietos por el nivel de delirio del mandatario. Cada pregunta, por directa que fuera, encontraba como respuesta un salto al pasado, como si el presidente estuviera en un trance histórico.

O terminaba haciendo referencias a Karol G o a Bocelli, dejando ver cierto grado de resentimiento: se mostró ofendido porque no lo invitaron al concierto del tenor italiano –“por la codicia del empresario”– y dejó al descubierto los rencores que lo habitan al decir que la diva paisa: “viene de un mundo que la quería meter dentro de la cultura miamense, medellinense, que tiene una marca en la codicia”.

Como si fuera poco, Petro ya ni siquiera intenta ocultar su simpatía hacia la dictadura de Nicolás Maduro. En la misma entrevista, calificó de “despreciable” a María Corina Machado, reciente ganadora del Premio Nobel de la Paz y símbolo de la resistencia democrática venezolana. Con esa frase, no solo mostró su fastidio por una figura reconocida mundialmente por su lucha pacífica, sino que dejó clara su afinidad ideológica con un régimen acusado de violaciones sistemáticas a los derechos humanos.

Otras expresiones reforzaron ese tono de delirio: “No es rey en Colombia, aquí no aceptamos reyes, punto”, declaró al referirse al presidente de Estados Unidos, Donald Trump: “Aquí se les corta la cabeza a los reyes, si llegan con actitud de rey”.

El problema de fondo no es solo de carácter. Un presidente que se considera víctima de conspiraciones permanentes y que mide cada crítica como un ataque a su misión histórica pierde la capacidad de escuchar y de rectificar. Y cuando esa soberbia se combina con decisiones erráticas —como la venta de activos estratégicos o la incapacidad de resolver crisis básicas como la salud de los maestros—, el resultado es demoledor para Colombia.

Por fortuna las instituciones, los ciudadanos y las empresas siguen firmes en la tarea de sacar adelante al país y sostener los equilibrios de la democracia. Porque más allá de los devaneos de un mandatario o de su soledad en el poder, lo que debe prevalecer es la fuerza de la República y la convicción de que ningún delirio personal puede estar por encima de la nación.

Como bien lo ha repetido el profesor Mauricio Gaona: “Hay un momento en la historia en que el carácter de sus líderes se une al destino de la Nación y ese momento ha llegado”. Y así ha sido.

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