Ni la peor turbulencia que se pueda sentir a bordo de un avión, de esas que producen un vacío asustador, se compara con la que está ocurriendo en tierra con la aerolínea de bajo costo Viva Air.
Miles de viajeros se quedaron con las maletas empacadas, con planes comprados y varados en aeropuertos de todo el país por cuenta de la decisión de último minuto de Viva Air, que sin avisarles a los afectados ni a las autoridades del sector, decidió paralizar su operación. Y estalló el caos: pasajeros desesperados en los principales aeropuertos, intervención del Esmad y la Policía por grescas en las terminales aéreas y desconcierto total por falta de respuestas de directivos de la compañía que fueron los primeros en saltar, con su paracaídas por supuesto, cuando el avión caía en picada. El presidente de Viva Air, el argentino Felix Antelo, renunció el pasado 23 de febrero y asumió Francisco Lalinde, vicepresidente de Operaciones, quien, si bien dio la cara, en lugar de calmar a los afectados dijo que esta vez no se iba a poder reembolsar la plata de los tiquetes porque los recursos se utilizarían para pagarles a los empleados en caso de una liquidación. ¿Acaso en Colombia no son las autoridades las que deciden qué se hace con los recursos de una empresa en liquidación?
Es un hecho inédito en el sector aéreo, la aerolínea hasta pocas horas antes de dejar todos sus aviones en tierra seguía vendiendo tiquetes y haciendo ofertas por correo electrónico como si nada (vendieron 5.750 el día que pararon). No se sabe quién va a responder por un millón de tiquetes vendidos.
Avianca y Viva Air vienen presionando para que la Aeronáutica Civil apruebe una integración que hicieron en 2022. En un comunicado este martes, Viva Air señaló que “la suspensión temporal de sus operaciones se da por la inviabilidad financiera y operacional producto de la falta de definición oportuna por parte de la Aeronáutica Civil, frente a la alianza entre Viva y Avianca, como única posibilidad para seguir volando”. Es decir, la Aerocivil tenía que aprobar sí o sí la fusión o se tendría que atener a las consecuencias que estamos viendo.
En medio del caos, las autoridades aeronáuticas se han mostrado pasivas. Solo el martes por la mañana, cuando la situación ya estaba fuera de control, hicieron una reunión para estudiar alternativas. Tuvieron que acudir empresas privadas como Latam y Avianca para ofrecer sillas disponibles a los viajeros de manera gratuita y salvarle el pellejo a uno que otro funcionario.
Pero esta es una solución para unos pocos, no para todos. No se sabe qué pasará con los que compraron sus tiquetes para fechas posteriores.
El presidente Gustavo Petro citó a una reunión de crisis ayer miércoles al término de la cual se anunció que podrían intervenir el mercado aéreo, sin precisar sus alcances. Como si la respuesta a todos los males fuera la intervención del Estado, pero esa es otra historia. Y seguirán analizando el futuro de la posible integración de las dos compañías.
Pero también se debe analizar la actuación de la Aeronáutica Civil, que según la compañía aérea estaba advertida de lo que se venía. Si era un hecho conocido la crisis de Viva ¿por qué nadie frenó la venta de tiquetes? ¿Por qué no se prendieron las alarmas cuando Viva empezó a decir que algo podía pasar? Muy grave todo.
La otra cara de este problema es el de la fusión de Viva Air y Avianca a la que el Gobierno no le ha dado el visto bueno recogiendo advertencias de que se daría una concentración excesiva del mercado y daría lugar a imponer tarifas por parte de una compañía con posición dominante.
Razones no les faltan. Avianca, hoy en manos de inversionistas extranjeros, es líder en el mercado mientras que Viva Air está en el tercer lugar. Si le dan luz verde a la integración operativa de las dos compañías quedaría una aerolínea con una participación superior al 56% en el mercado interno, con cerca de 140 aviones, 100 destinos y alrededor de 200 rutas. En el caso de Antioquia, la participación sería del 60%, cada una cuenta con cerca del 30%.
Avianca dio pasos para lograr la integración en abril cuando compró las acciones de Viva Air, una operación, que según Blu Radio ascendió a 240 millones de dólares, y que no contó con el visto bueno de las autoridades del sector. Las compañías anunciaron en ese momento que seguirían operando de manera autónoma y que Avianca no tendría injerencia en Viva Air.
Sin embargo, una resolución de la Superintendencia de Industria y Comercio reveló que esto no era del todo cierto y que la independencia entre las dos compañías no existía. Cuatro meses después, en agosto de 2022, Viva Air solicitó a la Aerocivil el visto bueno para la integración con Avianca, con el argumento de que estaba en una grave crisis y que para salir adelante necesitaba dar ese paso. La Aeronáutica objetó dicho proceso y aceptó a Latam, Wingo, Ultra Air, Aerolíneas Argentinas y JetSmart como terceros interesados en el proceso de integración, a lo que Avianca y Viva se han opuesto.
Faltan respuestas a muchas dudas. ¿Quién va a responder a los miles de viajeros que perdieron no solo sus vuelos sino millonarios recursos en pago de hoteles, ¿La Aerocivil cederá y aprobará una fusión tan cuestionada?
Queda un mal sabor de una aerolínea que dejó tirados a miles de colombianos para hacer presión al Estado para que le permita la fusión, y también de unos funcionarios que no se pellizcaron para darse cuenta que eso podía suceder. .