Las ofertas virtuales y callejeras de sexo con mujeres jóvenes en Medellín crecen frente a las narices de las autoridades y de la sociedad medellinense. Desde las que se refieren de manera explícita a mujeres que prestan servicios de “compañía” hasta aquellas que buscan inducir a las que están entre los 12 y los 35 años a la prostitución.
Se trata de una realidad inocultable que obliga la reflexión de familias, instituciones de educación públicas y privadas y autoridades civiles y de policía. Los últimos diez años la ciudad pasó a convertirse en objetivo de mercaderes de sexo que operan mediante complejas y sofisticadas redes que reclutan a mujeres, para ofrecer servicios a personas con residencia en Medellín y a un gran número que llegan en calidad de turistas.
Hace dos años comenzó a denunciarse, con más firmeza y difusión, que en algunos barrios de estratos bajos las bandas delincuenciales sometían a las menores y las ofrecían a extranjeros incluso en “calidad de vírgenes”. Hubo, entre tanto, golpes policiales a grupos que operaban entre la Costa Atlántica, el Eje Cafetero y Medellín.
El proxenetismo, la prostitución de menores, la paidofilia y la pederastia son una realidad de nuestra sociedad.
Hay un negocio en auge que basa parte de su estrategia nefasta en aquel estereotipo de “belleza mercadeable” y cosificación de la mujer con el que se quiere relacionar a las mujeres de Medellín. Así es y hay que afrontarlo.
Pero las ofertas ya no solo proliferan con publicidad descarada y lamentable en las páginas de internet y en algunas zonas de diversión nocturna, sino que ahora se confirma con crudeza cómo los proxenetas imprimen volantes que ofrecen servicios sexuales o invitan a la prostitución, y los reparten a las puertas incluso de conocidos campus universitarios.
Se trata de una alerta no solo para los padres de familia y los directivos de las instituciones educativas, sino también para las autoridades civiles y de policía, que deben combatir un negocio que además de causar un gran daño social está vinculado, con frecuencia, a actividades ilícitas como la trata de personas y el tráfico de drogas.
Que los mercaderes de sexo se atrevan a incursionar en ciudadelas universitarias y en los accesos a colegios, para fomentar la prostitución, además de causar repudio social, debe mover a las autoridades a tomar medidas tanto punitivas como pedagógicas, para contener un fenómeno que despoja a seres humanos, en especial jóvenes, de su dignidad y que tuerce el curso de sus vidas y de sus familias.
Estas noticias sobre ofertas y llamados al sexo por dinero deben cuestionar a nuestra comunidad frente a la gran tarea de orientación y cuidado de su juventud que se debe adelantar. Medellín ha logrado capotear otras amenazas como el narcotráfico y la violencia urbana, y ahora debe enfilar baterías contra un negocio que está permeando a diferentes estratos y grupos.
También es deber ciudadano denunciar a los proxenetas que operan desde la clandestinidad y la ilegalidad y que reclutan a cientos de jóvenes con un ánimo de lucro fácil y condenable, inhumano y a destajo. Una renta con el cuerpo de otros, que los convierte en mercancías y los adentra en ambientes de destrucción moral y riesgos de todo tipo. Medellín debe luchar contra la prostitución de su juventud.