Fue en la entrevista Hard Talk de la BBC de Londres. El programa periodístico mundialmente conocido por su estilo frentero en el que se hacen preguntas sobre verdades incómodas. Al presidente Iván Duque, que cumplió el reto de aparecer y contestar las controvertidas preguntas, le salió una respuesta polémica. Dijo que sería reelecto si la Constitución en Colombia lo permitiera. Agregó que el apoyo —39 por ciento, según él— le serviría de base. Como era de esperarse, no cayeron nada bien sus comentarios en los medios colombianos.
¿Fue demasiado? ¿El presidente debería quedarse en casa y no pasear por el mundo? La respuesta es un no rotundo.
La política exterior es fundamental para Colombia. Y el presidente tiene que dirigirla. Es un tema prioritario para el jefe de Estado y quizá uno de los tres más importantes de toda su gestión. No se puede delegar. Los embajadores son representantes directos del presidente, pero son eso: funcionarios nombrados por el jefe de Estado.
Los viajes presidenciales son esenciales para el manejo de la política exterior. Y no hacerlos es irresponsable con los intereses de la nación. Algunos críticos dicen que la situación no está para pasear. Esa es una descripción indigna de una oposición seria, que sabe que en la política internacional hay que estar. Las granes decisiones se toman con el máximo jefe. Los viajes internacionales del presidente son mucho más importantes que un viaje interno por el país, donde influye mucho el poder local y es difícil que una determinación del presidente sea eficaz. Ayuda, pero apenas es uno de varios factores decisivos.
En el exterior, es diferente: él es la voz de una nación. Por fuera es posible una decisión que tenga peso. Así lo interpreta la prensa que influye en el público. Se crea una percepción de país moderno y de avanzada. Para Colombia es esencial esa imagen internacional. Por culpa del narcotráfico, desde la década de 1970 el país quedó con una percepción negativa. Es crítico superarla. Y allí la presencia del jefe de Estado es fundamental y necesaria. Viajar por el mundo es parte esencial de su trabajo y no es opcional. Hay que derrotar el pesimismo y destacar lo bueno.
Puede que como tarea siempre sea atacada, pero es necesaria. La imagen de Colombia ha sido tan golpeada que el presidente y su equipo deben actuar constantemente en el escenario internacional. Es una obligación. Eso explica por qué Duque y sus antecesores han tenido que dedicar tiempo a viajar por el mundo. Hay que estar dando la pelea en los escenarios multilaterales y bilaterales.
Ninguna política doméstica puede convencer a las inversionistas extranjeros sin visita presidencial. Es la realidad de hoy. Sería absurdo separar las políticas internas de las externas porque están unidas como siameses. Por eso preocupa tanta iniciativa de los candidatos a la presidencia para recortar embajadas. Una estrategia simplista que no sirve y genera en el exterior sensación de aislamiento.
Parece absurdo que las visitas presidenciales sean tan importantes. Pero lo son para Colombia. No podemos ponerlo en duda como colombianos y debemos apoyar estos viajes como nunca. En Estados Unidos, hay un dicho que dice que las peleas internas paran al cruzar la frontera. Para ellos la política exterior es demasiado importante como para caer víctimas de las luchas domésticas y las promesas populistas. Los estadounidenses consideran que los viajes internacionales son una oportunidad de mostrar unión.
En Colombia, la Comisión de Política Exterior está integrada, entre otros, por los expresidentes. Pero no se reúne porque los exmandatarios no se pueden ni ver. Esta pugna interna es peligrosa para la política exterior y para la nación. Tenemos que superar el pasado y enfocarnos en los intereses nacionales del presente para asegurar un futuro de prosperidad. Y uno fundamental es el derecho y el deber del presidente a viajar por el mundo en busca de aliados. Es un aspecto de suma relevancia para el inquilino de la Casa Nariño y debe hacerlo durante los cuatro años. Que el presidente viaje en época electoral debería ser visto como algo positivo y no criticable. Ejemplo de ello es que en marzo se reafirmó la posición de alianza clave de Colombia con el presidente Joe Biden; en mayo, se firmó un TLC con el Reino Unido y ese mismo mes se vendió la marca “Colombia” a inversionistas extranjeros en Davos, Suiza. Eso se llama excelencia en política exterior.
Recuperar la reputación colombiana toma tiempo y mucha paciencia. Seamos maduros y dejemos para la política local las diferencias