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La cuarta ola de la pandemia ha llegado a Europa con nuevas restricciones y múltiples protestas, que en varios casos se han tornado violentas. Los expertos coinciden en que una combinación de bajas tasas de vacunación, una disminución de la inmunidad entre la gente que se vacunó primero y una gran relajación en medidas como el uso de máscaras y el distanciamiento son las causas de lo que ocurre. Y, de fondo, el componente político que divide a los ciudadanos en muchos lugares a medida que los casos de contagio y muerte se disparan en las áreas de mayor influencia de la extrema derecha negacionista.
Casi dos años después de haber empezado la pandemia, Europa vuelve a ser epicentro de los contagios. Un repentino y fuerte avance de la nueva ola se desarrolla a medida que el continente se adentra en el invierno y las deficientes tasas de vacunación no logran detener la circulación de la variante delta. Y para sumarle gravedad al panorama, una nueva cepa, la sudafricana, ha hecho saltar todas las alarmas. Al parecer es mucho más letal que las que ya conocemos y, por ahora, ha logrado que los aeropuertos de media Europa queden cerrados para vuelos procedentes de ese país.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), las infecciones por coronavirus en Europa aumentaron un 7 % y las muertes un 10 % en la última semana. Esta es la única región del mundo donde los contagios y las muertes aumentan de manera constante. Por eso Hans Kluge, director regional de la OMS, advirtió que si no se tomaban pronto las medidas adecuadas, Europa podría llegar a registrar 500 mil muertos al finalizar el invierno.
Así las cosas, cada país ha decidido tomar cartas en el asunto e imponer restricciones, que en muchos casos son más fuertes que las que se tomaron en 2020. El país más estricto ha sido Austria, que volvió a confinar a la población y convirtió en obligatoria la vacunación. Esto hizo que 40 mil personas marcharan en Viena para protestar y convirtieran el acto en una manifestación ultra que recorrió las calles de la capital dando muestras de su violencia.
Ciudades como Bruselas, Rótterdam o Zagreb también se han unido a las protestas contra las medidas de sus respectivos gobiernos, mientras en Alemania 14 millones de personas se oponen de plano a la vacunación. Y el tiempo pasa y las cifras de contagios siguen aumentando.
Precisamente Alemania dio a conocer los resultados de un estudio científico que demuestra que en las regiones en las que la ultraderecha cuenta con más apoyos, la población es más escéptica con respecto a las instituciones democráticas y cumple menos con las medidas anticovid. De ahí el aumento diario en los contagios que hizo exclamar a su ministro de salud, Jens Spahnde: “al final del invierno los alemanes estarán vacunados, curados o muertos”.
Si bien es cierto que las vacunas han roto el vínculo entre el contagio y la muerte en los países europeos bien vacunados, las muertes son especialmente altas en países de Europa del Este, como Rumanía o Bulgaria, donde solo un cuarto de la población tiene la pauta de vacunación completa. Aquí también se encuentra de nuevo ese componente político que nubla la visión de poblaciones con acceso a las vacunas pero sin inclinación a usarlas.
Y continuando con la preocupación de los gobiernos, ayer se supo que Portugal, el país más vacunado de la Unión Europea —un 87 % de la población tiene la pauta completa— impuso un nuevo confinamiento para después de las fiestas navideñas, teletrabajo, cierre en la hostelería y la restauración, retraso en la vuelta al colegio, mascarillas obligatorias, certificados y test. Todo con tal de no volver a pasar por la difícil situación que vivieron los hospitales portugueses tras las festividades decembrinas del año pasado.
Por otro lado, Francia exige ahora la tercera dosis para toda la población bajo la amenaza de que quien no se la ponga en los próximos meses perderá su pasaporte digital, documento necesario para muchas actividades diarias. El ministro de sanidad de ese país, Olivier Véran, ha pedido conciliar la libertad con la responsabilidad para no tener que volver de nuevo a los confinamientos.
Las experiencias vividas en cada país de la Unión Europea hacen que sus decisiones respecto a esta nueva ola sean más o menos drásticas. El temor no es infundado. Nadie quiere que se repitan situaciones tan dramáticas como las de España, Italia o el Reino Unido. Pero sí llama la atención que aun habiendo vivido la dureza de la pandemia, persistan grupos que por defender lo que consideran su libertad aumenten el riesgo de contagio de poblaciones enteras.
Para Colombia, lo que ocurra en Europa es una suerte de espejo de lo que puede venir, al menos así lo ha sido en los tres picos anteriores. Así que a tomar atenta nota