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La tragedia de Petro (y el futuro del país)

Colombia ha resistido muchos huracanes por la fortaleza de sus instituciones y son ellas las que le pueden garantizar al país su futuro.

06 de agosto de 2023
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Lo que estamos viviendo parece inspirado en una tragedia griega: un hombre, Gustavo Petro, que construyó su nombre a punta de atacar a los corruptos –a veces justamente y otras veces injustamente– termina logrando su ambición de toda la vida: llegar al poder. Ser Presidente.

Pero cuando finalmente, y después de dar muchas batallas –algunas justas con el país y algunas muy injustas también– llega al poder, descubre que su propio hijo se ha convertido en uno de esos despreciables corruptos. Y se abre entonces la Caja de Pandora (otro mito griego que viene a lugar).

El hijo, Nicolás, se corrompe recibiendo dinero de exnarcos y de implicados en asesinatos de mujeres con la excusa de que son para la campaña de su padre. Pero los dineros se los termina robando él mismo. Y lo que es un daño aún peor: en su papel de diputado se roba plata que debía ir de la Gobernación del Atlántico para la atención a los adultos mayores vulnerables. Al menos así lo mostraron los chats, audios y documentos que presentó el fiscal Mario Burgos en la audiencia de imputación de cargos contra Nicolás Petro este jueves.

Una triste infamia: el hijo del líder de la “Colombia Humana”, el hijo del líder del “cambio”, robándose la plata de los viejitos para acumular dinero en efectivo y comprar una mansión con piscina. ¿Qué tal esa imagen devastadora para el mandatario?

El protagonista, Gustavo Petro, queda por otra parte cubierto por un enorme manto de duda porque precisamente, para lograr su cometido, ser Presidente, se alió con los sospechosos de siempre. Incluso su hijo lo culpa de haber propiciado ese derrumbe moral. “A diferencia de 2018, para 2022 se aceptaron apoyos de políticos tradicionales. ¿Por qué? Había un objetivo que era ganar la presidencia y sabíamos que para ganar necesitábamos ese apoyo. Solos no podíamos. No fui quien salió a aceptarlos, fue la campaña en general”, dijo Nicolás Petro ayer, en una entrevista con la revista Semana, como echando culpas.

Desde entonces, cuando acepta a los sospechosos de siempre, por la ambición de ganar la presidencia, es cuando el mismo Gustavo Petro, y no su hijo, comienza a escribir el desenlace de esta tragedia: su plataforma de principios se vuelve hueca, ya no es cambio ni es nada. No lo decimos nosotros, lo dice el propio Nicolás Petro: “Hay muchísima gente decepcionada porque en las regiones quienes siguen mandando son los mismos de siempre. Eso, en el gobierno del cambio, es inaudito”.

A uno de esos sospechosos de siempre, Armando Benedetti, se le escapó (y filtró a los medios) el dicho de que había recogido 15.000 millones de pesos para la campaña, y cuando lo interrogaron sobre si era plata de narcos, él simplemente respondió: “no eran emprendedores”. Se deduce, y la justicia tendrá que demostrarlo, que o entraron dineros de origen ilegal o se superaron montos de campaña y no se declararon. Las dos cosas son hoy delito en Colombia.

¿Cómo asumirá Petro ese dilema moral tan profundo? ¿Será tan honesto el personaje, como lo ha querido vender en su historia, para asumir responsabilidades y tomar decisiones? ¿O su deseo de mantener el poder será superior a ciertas proclamas éticas con las que construyó su historia?

La presidencia de Gustavo Petro parece estar recorriendo una trocha parecida a la de Ernesto Samper. La lección que le dejó a Colombia ese momento de la historia es que una elección ilegítima, hace más difícil gobernar. Samper, que pensó en renunciar, y su mamá le dijo que no lo hiciera, se dedicó sus cuatro años a defenderse y desplegó la manida estrategia de los populistas de dividir a la sociedad entre “ricos y pobres” para mantener algún índice de popularidad.

¿Petro comenzará a señalar como siempre unos supuestos culpables de todos sus males y agudizará su intento por dividir el país para salvarse? Los populistas en apuros siempre encuentran la manera de inventarse un enemigo para justificar sus miserias.

En teoría hay una diferencia entre Samper y Petro. Samper ha sido cínico, mientras que Petro, sin decir hoy que no lo sea, entiende de dilemas morales. Samper desde el principio de su campaña contemporizó con los políticos de cuatro en conducta, mientras que Petro los había mantenido al margen.

La crisis política que vive el país no es menor. Si el presidente se queda o se va es algo que las instituciones irán resolviendo. Y por lo pronto es una discusión que ni siquiera se ve en el horizonte. Es a ellas, y no a un gobierno de turno, a las que nos debemos apegar. Colombia ha resistido muchos huracanes por la fortaleza de sus instituciones y son ellas, unas instituciones que ojalá cada vez sean más fuertes y confiables, las que le pueden garantizar al país su futuro. .

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