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La ovación al valor

de lo auténtico

Dayro Moreno es de esos héroes que se equivocan, que se caen y se levantan, que se salen de los moldes del marketing deportivo para recordarnos que el fútbol es, en esencia, pasión y desborde popular.

06 de septiembre de 2025
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  • La ovación al valor de lo auténtico

La noche del jueves en el estadio Metropolitano de Barranquilla dejó una de esas imágenes que trascienden el marcador y quedan grabadas en la memoria colectiva del fútbol colombiano. No fue un gol, ni una atajada, ni siquiera una jugada brillante. Fue el instante en que Dayro Moreno, a punto de cumplir 40 años, volvió a vestir la camiseta de la Selección después de nueve años de ausencia y pisó la cancha. Entró en el minuto 82 y la reacción del público fue ensordecedora: un rugido de ovación que se confundió con el grito de un gol.

No se trataba de un homenaje programado ni de una ceremonia de despedida. Más allá de que la noche era toda alegría por la clasificación de Colombia al Mundial de 2026, el clamor era el reconocimiento espontáneo al hombre auténtico, al que nunca se disfrazó para encajar, al que ha hecho de la irreverencia un sello tan visible como sus tatuajes, sus aretes o sus uñas pintadas (con los colores de la bandera de Colombia). Dayro es, en un fútbol globalizado y cada vez más estandarizado, un símbolo contracultural, como bien anotó alguien.

En un tiempo en el que el fútbol tiende a uniformar a sus protagonistas, a convertirlos en productos calculados y predecibles, Dayro encarna lo contrario. Ahí están sus celebraciones inolvidables: aquella vez que abrazó una botella inflable de aguardiente para celebrar un gol, el reciente brindis con su técnico después de otra anotación o esa confesión tan suya de que ofreció millones a sus compañeros para que le dieran los pases que necesitaba con tal de conquistar goles definitivos y asegurar un récord.

Según contó el propio Dayro pagó “300 lucas” al que le hizo el pase para tumbar el récord de 224 goles de Sergio Galván como mayor goleador en la liga colombiana: eso fue en marzo de 2024 y Dayro lo alcanzó y pasó de largo. Ya lleva 251 goles. Y también pagó 500.000 pesos a quien lo asistió para tumbar la marca de Radamel Falcao como mayor goleador absoluto colombiano. Eso ocurrió en febrero de este año cuando completó 350 goles como profesional, pero Falcao siguió marcando, suma 356, y finalmente Dayro ya va en 370. Esas ganas de ser el mejor, también se las han premiado.

No es un detalle menor la presión que ejerció el país entero para que Dayro Moreno fuera convocado. En una época en que el fútbol privilegia a los jóvenes —cada vez más comunes los debutantes de 15 años y los jubilados de 30 años— y exalta al atleta moldeado en laboratorios de alto rendimiento, el llamado que hizo Néstor Lorenzo responde también a una exigencia nacional: queremos que en la Selección –al menos en un partido como este– no solo estén las estrellas que juegan en ligas europeas, sino también los que brillan en Colombia, los que tienen sabor y picardía.

La ovación en Barranquilla no fue solo por lo que Dayro representa como jugador, sino como símbolo de lo distinto. En un país acostumbrado a exigir disciplina casi militar a sus deportistas, este tolimense demuestra que el fútbol también es refugio para la irreverencia, para el talento natural que no cabe en moldes. Su vuelta nos recuerda que la Selección también es espacio para quienes encarnan la diversidad, con virtudes y defectos, pero siempre genuinos, y las segundas oportunidades, el que resbala y vuelve y se levanta.

Dayro es de esos héroes que se equivocan, que se caen y se levantan, que se salen de los moldes del marketing deportivo para recordarnos que el fútbol es, en esencia, pasión y desborde popular. Su figura conecta con esa Colombia que baila, que canta, que sufre, pero que nunca renuncia al goce.

Quizás por eso, cuando Dayro cruzó la línea de cal, el estadio estalló. En ese minuto, Colombia celebró algo más que fútbol: celebró la autenticidad. James Rodríguez y Luis Díaz lo recibieron con un abrazo fraternal: la nueva generación reconociendo en el veterano no solo al goleador, sino al referente que, desde Chicoral hasta Manizales, construyó una trayectoria tan brillante como accidentada. Su renacimiento en los últimos años —tras haber estado al borde del retiro— refuerza la idea de que su historia es también la de la persistencia.

En tiempos en que el deporte premia la corrección política y el silencio cómodo, Dayro Moreno nos recordó que también es legítimo celebrar a los que son genuinos, imperfectos y, por eso mismo, inolvidables..

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