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El caso Aída Merlano tiende a confundir. Uno no sabe si está ante una de esas series de política truculenta tipo House of Cards, en las que se mueven los hilos del poder sin ningún escrúpulo desde la Casa Presidencial, o si más bien se trata de una opereta que cuenta una trama inverosímil y disparatada como la de Aída Merlano.
Serie u opereta, lo cierto es que el show que se montó con su deportación de Venezuela a Colombia se sintió como una sonora bofetada para los millones de colombianos que toda la vida se han esforzado por respetar la ley y la justicia, y han trabajado de manera honesta para conseguir su sustento.
Ni a Aída, que llegó ataviada con cartera y zapatos de marca Louis Vuitton avaluados en más de 20 millones de pesos; ni a quienes la recibieron con sonrisas, saludos de mano y posando para la foto; pareció importarles un comino el hecho de que ella tuviera dos condenas a cuestas de la Corte Suprema, que suman 17 años de cárcel y que aún no ha pagado. Peor aún, que se fugó para no pagar.
Aída Merlano personifica uno de los grandes males del país: la corrupción. La Corte Suprema probó que utilizó más de 8.000 millones de pesos para comprar votos para hacerse a una curul del Senado de la República en 2018. ¡8.000 millones de pesos –tal vez producto de la corrupción– para crear más corrupción!
El país ha visto los videos que muestran el uso de grandes cantidades de efectivo en la campaña de Aída en 2018. La Corte Suprema recogió un testimonio de adentro de su campaña según el cual hasta 300 personas iban, en un lapso de dos horas, a la sede de Aída para pagarles el voto. Y el alto tribunal también probó que Aída hizo parte del entramado de negocios y política de la casa Gerlein en Barranquilla.
Esa misma Aída, condenada, prófuga, corrupta, aterriza en un avión privado que ha utilizado el gobierno de Nicolás Maduro para trasladar a aliados suyos como Evo Morales. Se baja sin esposas. Una oficial de la Policía la saluda de mano como si fuera una visitante ilustre. Le organizan una rueda de prensa con los medios. Parecía el recibimiento de una estrella de la farándula. Con toda razón el fiscal general Francisco Barbosa criticó lo que llamó un “espectáculo grotesco”.
En gracia de discusión se podría decir que quienes recibieron con honores a Aída están confundidos. Porque tal vez habrán visto al hoy presidente Gustavo Petro, cuando era candidato hace un año, defender a fondo a la condenada Merlano y la presentaba como una pobre mujer destruida por los políticos. La misma narrativa del senador del Pacto Histórico, y también libretista, Gustavo Bolívar, quien este domingo escribió en Twitter: “Qué rostro lindo tiene Aída Merlano”, y la comparó con uno de sus personajes de novela.
¿Hay alguna diferencia entre esas frases con las que Petro y Bolívar justifican, o minimizan, delitos tan graves como la corrupción, y los inaceptables aplausos que otrora les dieron en algún momento a Mancuso y otros paramilitares en el Congreso? ¿Por qué el entonces candidato (ahora presidente de la República) y la cabeza del partido de gobierno tratan con tal contemplación a una delincuente?
¡No hay derecho! Le están haciendo un daño a la sociedad que tal vez ni ellos mismos alcanzan a calcular. La corrupción florece en aquellas sociedades donde quienes están en el poder no tienen temor de ser expuestos al escarnio público, de tal manera que graduar de víctima a una corrupta reconocida y consagrarla como rock star sin duda produce un preocupante efecto sobre el ánimo de legalidad de un país.
Hay también un segundo nivel de análisis del caso Aída: y es la interpretación al estilo House of Cards. “Es un instrumento político para seguirnos molestando”, dijo Fuad Char, expresidente del Senado, tras la llegada de Aída a Colombia. Si bien, desde cuando se fugó en 2019, se ha creado y alimentado una versión alrededor de las supuestas pruebas que ella tendría contra Alejandro Char, exalcalde de Barranquilla. Pero hasta ahora, más allá de unas fotos y unos chats que muestran que existió un romance entre Aída y Char, aún no se ha visto la prueba reina que implique en hechos delictivos al exalcalde.
¿Por qué se da esta deportación exprés, en una avioneta que utiliza el gobierno de Venezuela para viajeros ilustres, se da justo apenas una semana después de que arranca el megaescándalo de posible enriquecimiento ilícito de Nicolás Petro, el hijo del presidente? Hay quienes dicen que la traída es una cortina de humo, parte de una estrategia de la Casa de Nariño para desviar la atención.
Y algo de razón le cabría a esta interpretación si se tiene en cuenta que si el Gobierno Petro hubiera querido traer a Aída Merlano al país, con las buenas migas que tiene con el presidente Nicolás Maduro, su deportación se habría dado desde el principio del Gobierno y no necesariamente siete meses después.
Pero también cabe la hipótesis House of Cards, según la cual se trataría de un mensaje del petrismo a la casa Char, pues no faltan quienes en el Gobierno creen que los Char estarían detrás del escándalo de Nicolás Petro, que desató su ex Day Vásquez, y que amenazó con poner al presidente Petro contra las cuerdas.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia