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Lo acordado entre Israel y Hamás supone un gran alivio para todos los que han sufrido esta guerra que cumplió dos años. Aunque no se puede hablar de una paz definitiva.
Por fin hay un respiro. Por fin hay esperanza. Israel y Hamás han alcanzado un acuerdo sobre la primera fase del plan de paz para Gaza de Donald Trump, y este por fin se anota su primer gran éxito político y diplomático. El alivio es infinito pese a todas las incógnitas que quedan por resolver y a todos los puntos clave que habrá que negociar.
Como hemos repetido varias veces en este espacio, Trump era el único capaz de presionar a Netanyahu y convencer a sus aliados árabes –en especial a Qatar, Egipto y Turquía– para que hicieran lo propio con Hamás. La pregunta que todo el mundo se hacía era cuándo iba a tomar la decisión. Y todo parece indicar que un error del primer ministro israelí generó la ocasión perfecta.
El atrevimiento de Israel de adentrarse en Qatar para atacar a negociadores del grupo terrorista que estaban reunidos allí ha sido clave en este logro. Golpear a un país amigo de Estados Unidos en el que la primera potencia tiene allí su principal base militar en la región fue ir demasiado lejos. De ahí que a Netanyahu se le llamara de urgencia al despacho oval y se le exigiera pedir disculpas al primer ministro de Qatar, como quedó registrado en las fotos que luego se encargó La Casa Blanca de dar a conocer a todo el mundo.
Lo que siguió fue el ejercicio del método trumpista: amenazó a Hamás con desatar “un infierno” en Gaza si no firmaba el acuerdo que les proponía y presionó a Netanyahu para que aceptara un plan de paz que no descarta la posibilidad de un estado palestino. Así consiguió que el trabajo de sus dos representantes, Steve Witkoff y Jared Kushner, acercara dos posturas que hasta el momento parecían irreconciliables.
La primera fase de su plan de paz de 20 puntos ha comenzado, dando inicio al alto el fuego. Israel ha informado de la retirada progresiva de sus tropas, y Hamás ha declarado que recibió garantías de mediadores y de Estados Unidos de que el conflicto no se reanudará. El plan contempla la liberación en 72 horas de todos los rehenes israelíes, vivos o muertos; la excarcelación de 250 presos palestinos y de unos 1.700 detenidos gazatíes, así como la entrada de ayuda humanitaria a la franja.
Luego vendrá la creación de un gobierno de transición en Gaza “presidido y encabezado” por Trump, con la participación de representantes internacionales, como el ex primer ministro británico Tony Blair. No está claro si, durante la negociación, Hamás ha accedido a entregar sus armas, lo que Netanyahu ha insistido que es condición necesaria para poner fin al conflicto. El camino por recorrer aún es muy largo y la fase dos es más complicada, porque definirá el futuro del movimiento islamista, la reconstrucción y el futuro de Gaza y el eterno debate sobre la autodeterminación y la constitución del Estado palestino. Netanyahu, cuyo gobierno sigue dependiendo de sus aliados ultraderechistas, ya ha aclarado que no aceptará la creación de una entidad palestina.
Sea como sea, el interés personal de Trump en este proceso seguirá firme. Aunque esta vez no consiguió el Nobel de Paz que tanto ansía, las posibilidades de un negocio lucrativo lo mantendrán atento. Para él, la pacificación de Medio Oriente no es solo un objetivo diplomático sino una oportunidad de negocio familiar. Witkoff, viejo amigo de Trump, y Kushner, su yerno, tienen intereses empresariales en la región y llevan años recibiendo apoyo de las monarquías del Golfo Pérsico para financiar algunas de sus operaciones más importantes. Igualmente, los hijos del presidente estadounidense que tienen distintos negocios con criptomonedas apoyados por fondos árabes. Sin olvidar que la familia real qatarí ha agasajado al presidente americano con la donación de un Boeing 747-8 para usarlo como Air Force One. Para la actual Casa Blanca, todo puede llegar a ser monetizado en algún momento.
En todo caso, lo que han acordado Israel y Hamás supone un gran alivio para todos los que han sufrido esta dramática guerra que cumplió dos años. Si bien no se puede hablar de una paz definitiva porque esta requiere tiempo y muchas muestras de buena voluntad, la tregua que ha comenzado es la noticia que millones de personas en todo el mundo estábamos esperando. Los intereses y vanidades que hay de por medio se vuelven secundarios frente a la alegría de saber que, por ahora, se han logrado silenciar las armas..