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Jugada a tres bandas

El gobierno, con el aumento de 10,07 % al salario mínimo, hace historia en materia de concertación laboral, le da oxígeno a su partido para las elecciones y pone a prueba las tesis de los ortodoxos con las que se mantenía dosificado el mínimo.

15 de diciembre de 2021
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Infográfico
Jugada a tres bandas

La propuesta del presidente Iván Duque de aumentar el salario mínimo en 10,07 % sorprendió a todo el mundo. Sobre todo, porque se salió de cualquier parámetro. El tira y afloje por el salario mínimo se había convertido en una de las tradiciones más predecibles de esta época: los empresarios ofrecían poquito y los trabajadores pedían mucho; y después llegaba el gobierno a ver cómo hacía el equilibrio entre los dos.

Pero esta vez todo fue al revés: el presidente se adelantó a todos con una propuesta de aumentar el salario mínimo 10,07 %, para llegar a la mágica y apetecida cifra de un millón de pesos, que tal vez ni los trabajadores se imaginaban en sus sueños más optimistas. Ya con las cartas del gobierno puestas sobre la mesa se llegó a un acuerdo exprés.

Es un hecho inédito. Nunca, desde que se tienen registros, se había anunciado un incremento tan elevado en el mínimo, y menos que la propuesta partiera del propio gobierno, que por ser el árbitro entre empresarios y trabajadores siempre se había mostrado cauteloso a la hora de respaldar a uno u otro sector.

Y más sorpresivo aún es que una parte de los gremios haya apoyado la propuesta sin restricciones. El primero que se pronunció a favor fue la Asociación Nacional de Industriales (Andi) y posteriormente se unieron otros gremios. Los empresarios han sido año tras año los más opuestos a alzas excesivas, con el argumento de que van en contra de la generación de empleo formal, en un país donde la informalidad ronda el 48 %.

Las centrales obreras, que siempre piden más del 10 %, se quedaron sin su principal caballito de batalla y también respaldaron la iniciativa, más cuando el Ejecutivo se comprometió a que no habrá alzas en cascada, como ocurría en el pasado, que estaban atadas al incremento en el mínimo. Ahora esas alzas se harán con base en la inflación. Por eso se logró ese consenso exprés en la mesa de concertación que no se veía en años.

El aumento neto es de $ 91.488, tres veces más que lo que se incrementó en diciembre del año pasado, cuando no se logró un consenso y se decretó un alza del 3,5 %, ($ 30.723). A ello se suma un alza también del 10,07 % en el auxilio de transporte, que quedará en $ 117.173.

A pesar del acuerdo tripartita, han surgido voces que están aguando la fiesta. Dicen que al gobierno se le fue la mano en busca de subir la popularidad del mandatario, que no ha salido muy bien librado en las encuestas, y también para ayudarle al partido del presidente de cara a las próximas elecciones.

Y pueden tener razón porque tanto al gobierno como a los privados les sirve hacer un gesto en pos de cerrar un poco la brecha de desigualdad y no dejar solos con el discurso de lo social a sus contradictores.

El presidente les ha salido al paso a las críticas y expone para ello una serie de argumentos que, sin duda, son lógicos. Por ejemplo, que después de vivir una crisis tan fuerte como la de la pandemia, hay que ser solidarios, justos y equitativos con las personas que se vieron más afectadas y permitirles un mayor ingreso para impulsar la demanda. También, que la economía está creciendo a un ritmo acelerado —13,2 % en el tercer trimestre— que debe verse reflejado en el mínimo, que el recaudo de impuestos es satisfactorio y que las ayudas entregadas a las pequeñas y medianas empresas, a través del Programa de Apoyo al Empleo Formal (Paef), han protegido alrededor de cuatro millones de trabajos formales. Otro argumento es la elevada inflación, que supera el 5 % anual —la de alimentos es del 15 %— y que les ha quitado poder adquisitivo a los colombianos.

No obstante, algunos analistas ortodoxos insisten en que hay que ser cautos porque el palo no está para cucharas y que el 2022 es incierto en materia económica. Las pymes, que son más del 90 % de las empresas del país, consideran que el esfuerzo que deben hacer para ajustar el mínimo es muy grande, teniendo en cuenta que hay que sumar la carga prestacional (primas, cesantías, aportes a pensiones y salud, riesgos laborales, cajas de compensación familiar, entre otros), que representa más de un 50 % adicional que deben pagar las empresas por cada trabajador. Por eso consideran que con esos costos tan elevados no tendrían incentivos para contratar más personal. Pero todo depende de la óptica desde la que se mire: si las empresas venden más, si hay mayor producción y consumo, es de esperarse que también aumente la generación de empleo.

Lo cierto es que el aumento salarial dejará una vara muy alta para las próximas negociaciones y pondrá a prueba las teorías que han defendido los economistas ortodoxos, que insisten en que el salario no debe subir más que la inflación y la productividad para no afectar el empleo y el costo de vida. Si se mantiene la reactivación económica y el mayor consumo de los hogares, y si logran generarse más puestos de trabajo el año entrante, el presidente Duque habrá anotado un golazo y el alza en el mínimo sería uno de los hechos por los que más se recordaría su mandato. De lo contrario, los contradictores le cobrarán esta apuesta tan generosa como arriesgada 

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