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Como pocos años en nuestra historia reciente, será crucial entender qué podemos esperar de la evolución de los diversos conflictos y otras situaciones geopolíticas clave que están surgiendo en todo el mundo.
El 2023 fue año que puso ansiosas a las empresas y multinacionales que tienen intereses en distintos países. La Guerra de Ucrania, las tensiones geopolíticas con China y el conflicto en Israel tienen a numerosos ejecutivos y líderes políticos viviendo con el temor constante de quedar atrapados en el fuego cruzado de relaciones internacionales que parecen estar alcanzando su punto más álgido en décadas.
Por eso este 2024, como pocos años en nuestra historia reciente, será crucial entender qué podemos esperar de la evolución de los diversos conflictos y otras situaciones geopolíticas clave que están surgiendo en todo el mundo.
Un buen punto de partida podría ser el análisis proporcionado por Ian Bremmer, fundador y presidente de Eurasia Group, una firma de riesgo geopolítico que, desde 1998, se dedica a asesorar a gobiernos y compañías para navegar las complejidades de un entorno global en constante cambio.
Lo primero que resalta Bremmer en su informe sobre el Estado del Mundo para empezar este año es una carencia de liderazgo efectivo a nivel global, lo que ha desencadenado un aumento de conflictos geopolíticos y una disminución en la cooperación internacional. Este vacío de liderazgo comenzó durante la presidencia de Donald Trump, cuando Estados Unidos empezó a retraerse de ciertas funciones clave en el escenario internacional, debilitando instituciones multinacionales, alianzas estratégicas y las cadenas de suministro a nivel mundial. Esa falta de una figura de liderazgo mundial afecta la capacidad de las instituciones internacionales para gestionar crisis y shocks, creando incertidumbre y fragilidad en el escenario geopolítico actual.
En este contexto, el mayor punto de incertidumbre radica en la evolución de la crisis en Medio Oriente. El prolongado conflicto entre Israel y Palestina ha estado fuertemente influenciado por la compleja dinámica política interna en Israel y la falta de un liderazgo efectivo en el lado palestino. La dependencia de Netanyahu de partidos políticos que respaldan los asentamientos judíos en territorios en disputa ha agravado la situación. A pesar de los intentos de mediación por parte de EE. UU. y otros actores internacionales, el progreso hacia una solución duradera sigue siendo un desafío crucial.
En el otro conflicto que ha marcado los últimos años, aunque eclipsado por la situación en Palestina, la confrontación entre Rusia y Ucrania ha mantenido una dinámica constante con avances limitados hacia una resolución en el primer enfrentamiento en décadas en el seno de Europa. La intervención rusa en territorio ucraniano continúa generando tensiones regionales y provocando preocupación a nivel internacional, llegando incluso a afectar aspectos cotidianos como el precio de los alimentos en Colombia. A pesar de los esfuerzos de la comunidad internacional, que incluyen sanciones, el conflicto persiste y se ha estancado en varios aspectos. Los interrogantes sobre el apoyo continuo de Estados Unidos, especialmente con la posibilidad de un cambio en la administración de la Casa Blanca, junto con la fragilidad de la Unión Europea, plantean incertidumbres sobre la capacidad de resistencia de Ucrania frente a las presiones del gobierno de Putin durante los próximos meses.
Yendo más hacia el oriente, aunque no se trate de un conflicto directo, el rumbo de la desaceleración económica china se posiciona como otro acontecimiento crucial a seguir en el transcurso de este año. Tras la pandemia, China enfrenta una serie de retos económicos que abarcan desde altos niveles de desempleo hasta una contracción en la actividad manufacturera y tensiones críticas en el mercado inmobiliario. La expectativa de que el PIB de China supere al de Estados Unidos, como se anticipaba hace algunos años, parece cada vez menos factible. Si China entra en una fase de declive económico prolongado, surgen cuestionamientos acerca de cómo redefinirá su postura frente a sus intereses en regiones como Taiwán o el mar del Sur.
Transversal a todos los eventos mencionados anteriormente, las elecciones en Estados Unidos del 2024 se perfilan como el evento electoral más relevante a seguir. La marcada polarización y la carencia de consenso en la economía más grande del mundo están ocasionando una profunda disfunción en su sistema político. El malestar generalizado hacia el liderazgo político y las instituciones ha generado una incertidumbre sin precedentes, particularmente de cara a las elecciones presidenciales. La insatisfacción con los líderes actuales, tanto Biden como Trump, refleja una falta de confianza en las opciones de liderazgo y en la capacidad del sistema para resolver problemas, tanto internos como externos. ¿Impactará esto la política exterior gringa en su apoyo a Ucrania e Israel?
No obstante, entre las sombras de la incertidumbre, también emergen historias positivas que merecen seguimiento este año. Por ejemplo, el rol de India como puente entre el Sur Global y las principales economías mundiales ha cobrado mayor relevancia, fomentando relaciones más pragmáticas y equilibradas. Asimismo, México está evidenciando un potencial significativo con el auge del nearshoring, lo que puede favorecer una mayor integración en las Américas, una tendencia de la cual Colombia y otros países de la región podrían beneficiarse.
Es válido preguntarse entonces si en medio de las tensiones globales América Latina será una de las regiones ganadoras.