La celebración del Día Internacional del Trabajo es un marco propicio para reflexionar acerca de la situación del mercado laboral colombiano, las dificultades y logros, así como sus principales retos en el mediano plazo. Hay que entender que el desempeño de ese mercado es fundamental para el éxito de una sociedad y el bienestar de sus integrantes.
Al respecto, puede señalarse que una alta tasa de desempleo estructural y una también elevada informalidad son las características fundamentales del mercado laboral colombiano. La primera, se refiere a que la tasa actual de desempleo, entre 9,5 y 11%, es alta en el contexto de las economías latinoamericanas de altos ingresos (7,5% según la OIT). La segunda, es la tasa de informalidad que según la definición del Dane alcanza el 48,2%, lo cual significa que de 100 trabajadores ocupados 48 son informales.
El choque externo asociado al precio del petróleo afectó el crecimiento económico y tocó también al mercado laboral. La tasa de desempleo dejó de bajar y en algunos casos subió a los dos dígitos. Se cambió la tendencia descendente que traía la tasa desde la crisis de fin de siglo, con un sobresalto en 2008 y nuevo descenso hasta 2014.
El desempleo se pudo disminuir por una serie de reformas que flexibilizaron el mercado laboral (Ley 789 de 2002 y Ley 797 de 2003, entre otras) y redujeron los costos de contratar mano de obra formalmente. Recientemente, la eliminación de los parafiscales en la Reforma Tributaria de 2012 tuvo un efecto directo sobre la creación de empleo formal y fue definitivamente un paso en la buena dirección.
Para reducir la persistencia del alto desempleo es conveniente trabajar en varios aspectos, uno esencial es la necesidad de formar la mano de obra que requiere la economía, emparejar la oferta y demanda de trabajo. Esto debería aliviar el desempleo juvenil tan alto hoy en día. También es muy importante hacer entender a la sociedad el costo que en el mediano plazo tiene incrementar el salario mínimo por encima de la inflación, con el efecto negativo de aumentar los costos laborales y desincentivar la contratación de mano de obra.
La informalidad es en buena medida el destino del trabajador desanimado que abandona el intento de ingresar al mercado laboral formal. Muchos de esos servidores tienen bajas calificaciones y el mercado formal demanda cada vez un mayor sesgo hacia trabajadores más calificados. También, como lo han mostrado varias ocupaciones, en la informalidad pueden encontrarse empresas y personas calificadas de altos y medios ingresos que de forma voluntaria deciden permanecer en esa condición.
En todo caso, una informalidad tan elevada tiene unos costos muy altos para la sociedad. En términos generales se trata en su mayoría de empleo de baja calidad, que disminuye la productividad de la economía y obstaculiza su desarrollo. El sistema pensional, en particular, se debilita a causa de ese fenómeno. Los pocos trabajadores informales que logran cotizar lo hacen con montos reducidos e intermitentes. La cobertura se ve irremediablemente afectada en la mayoría de los casos.
Reducir la informalidad es urgente, lo hecho es insuficiente. Para esto lo fundamental es que la economía genere empleo de buena calidad en sectores que tengan ese potencial y que se garantice que esa demanda pueda colmarse.