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El “pida nomás”
de la paz total

No es serio un proceso de paz en el que una parte exige y la otra suplica y ruega, mientras minimiza la gravedad de los hechos violentos.

28 de mayo de 2023
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Los múltiples incidentes y tropiezos que casi a diario ocurren con el llamado proceso de “paz total”, y en particular, las reacciones del gobierno a los caprichos, crímenes y atrocidades de las organizaciones ilegales con las que negocia, producen una sensación de desaliento e indignación. Cada vez que el gobierno vuelve a invocar valores como la paz, la vida, y la necesidad de proteger las comunidades, dan ganas de responder: “Estamos de acuerdo, esos son valores importantes, pero ustedes no son gente seria”, como en esa escena memorable de Succession en la que Logan Roy, el patriarca multimillonario de la famosa serie, les dice a sus hijos: “Yo los quiero mucho... pero ustedes no son gente seria”.

Y es que eso, seriedad, es lo que más le ha faltado a esta caótica iniciativa de paz. Tan caótica, que tal vez anticipando su fracaso, o anticipando que ella necesariamente estará por debajo de las expectativas creadas, el propio presidente Petro la desconoció, y afirmó que habían sido los medios de comunicación los que habían acuñado la expresión “paz total”. Esto pese a que ella aparece en múltiples comunicaciones, discursos, y mensajes que vienen desde la época de la campaña, e incluso en documentos de carácter oficial como el propio Plan de Desarrollo.

¿En qué radica esa falta de seriedad? Principalmente en la falta de método, en la falta de un diseño riguroso del proceso.

Todo proceso de negociación tiene que tener alguna clase de método y estructura. Ese método y esa estructura crean los incentivos para que la contraparte concurra hacia el logro de un acuerdo. Crean, también, los incentivos para que esa contraparte se involucre seriamente en el proceso y no lo utilice únicamente como mecanismo dilatorio, como un respiro para fortalecerse financiera y militarmente mientras obtiene concesiones.

Este gobierno, condicionado por premisas ideológicas, decidió que no se necesitan ni método ni estrategia y que la buena voluntad basta. La premisa subyacente, que es en extremo ingenua, parece ser que la coincidencia política entre proyectos y movimientos que son de izquierda bastará para que las organizaciones armadas depongan su actuar y acudan sin pedir más al llamado del gobierno, reconociendo en Gustavo Petro el triunfo de las supuestas causas populares.

Pero como la realidad termina imponiéndose sobre las fantasías, y esas premisas no son más que pura fantasía, el gobierno ha venido a encontrarse una y otra vez con contrapartes cuyas actitudes son fuertes, sus reclamos son significativos, y no muestran ninguna disposición a dejar sus armas ni mucho menos sus lucrativos negocios ilegales como el narcotráfico, la extorsión (que está disparada) y la minería ilegal.

Paralelamente, el gobierno se muestra en todo momento listo y dispuesto a conceder todas las pretensiones de las contrapartes.

Cometiendo el error más elemental que puede cometer cualquier negociador, iniciaron el proceso aceptando de manera inmediata e incondicional todas las pretensiones iniciales de los grupos armados, por ejemplo, la de que a la disidencia comandada por “Iván Mordisco” se le reconozca como “estado mayor central” de las Farc, y en esa medida, como organización política que tiene continuidad no interrumpida con aquella que negoció con el gobierno Santos.

Y no solo mostraron que están dispuestos a hacerlo, sino que van a extremos de absurdo para sostener tales concesiones. Como cuando por ejemplo el propio presidente cuestionó el acuerdo con las Farc, aquel que tanto ha jurado cumplir, aquel por cuyo supuesto incumplimiento fustigaba día y noche a Duque, y llegó a insinuar que fue un artilugio del establecimiento para engañar a la insurgencia. A “Mordisco”, jefe de esta organización, le permitieron hacer un show en el que hizo despliegue de moderno armamento, vehículos de gama alta, y filas de guerrilleros bajo su mando.

¿Cómo termina saliendo una mesa de negociación así planteada? Muy sencillo: se vuelve un escenario en el que una de las partes exige y exige, y la otra corre a satisfacer sus exigencias.

Esta dinámica no se rompe ni siquiera en aquellas ocasiones en las cuales, por abusos ya desmesurados de la organización armada, el gobierno se ve obligado a ponerse duro. Es así como, tras el atroz asesinato de cuatro niños indígenas que además habían sido reclutados forzosamente, el gobierno respondió con una medida relativamente tímida, que fue levantar el cese al fuego en cuatro departamentos (lo cual les da la facilidad de delinquir en uno y refugiarse en otro donde el cese siga vigente).

Mientras tanto, en comunicación que no ha sido desmentida, el comisionado Danilo Rueda nuevamente en tono suplicante rogaba a la organización mantenerse en el diálogo. Tan de súplica es su actitud, que dicha comunicación claramente minimiza la gravedad del asesinato de estos niños, refiriéndose a ella como “ejecución” y llamando a la guerrilla a “reconocer errores”.

¿Y qué tal la última? Cuando tras el asesinato de dos miembros de la Policía y una mujer en Tibú, repudiado por el país entero, el comisionado Rueda sale a decir que el hecho de que el Eln de manera desafiante reclame la autoría es “un gesto de responsabilidad” y “un avance”. Actitud totalmente inaceptable, e incomprensible en quien se supone es la contraparte en la negociación.

Como si aterrorizar comunidades, robarles sus niños para poner armas en sus manos, y luego asesinarlos cuando tratan de recobrar su libertad, fuera apenas un error que se soluciona reconociéndolo.

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