El Metro es, sin dudas, una de las empresas por las que hoy atraviesa la vida diaria de los antioqueños. Su servicio es capital invaluable de la movilidad de los habitantes del Valle de Aburrá. Entre sus objetivos inmediatos está no desmejorar la calidad del servicio, para lo cual requiere la incorporación de nuevos trenes, porque la capacidad de respuesta a los usuarios empieza a verse desbordada, inferior a la demanda.
Es en este momento en el que asume el cargo el nuevo gerente Tomás Elejalde Escobar, quien es un viajero de 21 años en la entidad. De él y del equipo larguísimo que integra el Metro se espera una labor comprometida desde la experticia, desde la capacidad de conducción técnica para que el Metro no pierda la vocación y la imagen de servicio público indispensable que ha conquistado en Medellín y los municipios vecinos.
Terminada la gestión de Claudia Restrepo Montoya, quien en la brevedad de su estadía logró mantener la marcha del Metro, llegan ahora retos tremendos: la consolidación del tranvía de Ayacucho, la construcción del cable al sector de El Picacho y la gran apuesta de la línea que cruzará la carrera 80, con lo que ella implica en intervenir una vía esencial de la movilidad en el occidente de Medellín.
Elejalde debe lograr que la Junta Directiva del Metro sea un organismo que lo acompañe y sugiera planes y proyectos, pero que le garantice la suficiente autonomía gerencial y política para que en el horizonte de la empresa no haya obstáculos que resulten de manejos personalistas, burócratas o asociados a figuras de turno en el gobierno nacional, regional o local.
El Metro, como lo señalamos en un pasado editorial, debe garantizar una “limpieza administrativa” que lo mantenga lejos de movidas que no correspondan a criterios técnicos y corporativos del más alto nivel profesional y del interés público.
Una entidad que recibe y genera recursos billonarios, que está entre las más reputadas y queridas por la ciudadanía, no puede extraviar la ruta que la ha convertido en un patrimonio ejemplar de Antioquia y del país. Es la columna vertebral de la movilidad y del transporte público del área metropolitana y la obligación del gerente Elejalde será evitar que se salga del camino.
La elección del nuevo líder, del nuevo piloto del Metro, ha sido vista con buenos ojos y ha tenido grato recibo, y así mismo es el tamaño de su responsabilidad con la región. Que los asomos de ambientes conflictivos entre la Junta y el Gerente no sean noticia y que el trabajo conjunto lleve tranquilidad a los usuarios, quienes son, en últimas, los propietarios de un servicio tan relevante de la vida urbana.
Hay expectativa por ver que el Metro, así en mayúsculas, no pierda la calificación de excelencia que ha tenido hasta ahora como empresa pública convertida en un vagón de desarrollo y calidad de vida de los colombianos, quienes lo referencian adentro y afuera del país como un éxito y un acierto en la evolución y el crecimiento de la región.
No puede olvidarse que estamos ante un proceso que cargó en sus inicios con tantas polémicas por sus costos y por las responsabilidades que se resistía a asumir la Nación, pero que hoy es un ejemplo de transformación y un grato motivo de orgullo de Antioquia. El Metro está en la mira permanente, en las prioridades del manejo de lo público y de esa dimensión debe ser la gestión de sus conductores.