No hay recurso más esperanzador y eficaz contra la covid-19 que la unión planetaria y ciudadana para encontrar salidas, en todas las direcciones, a los efectos devastadores que deja esta enfermedad sin distingos de geografías, banderas o razas.
Es el llamado central que dejó la reciente Asamblea, la número 73, de la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero es además la lección práctica que se descubre en la respuesta dada por ciudades, países y continentes: si hay coordinación y solidaridad, pública y privada, adentro y afuera de cada nación, es posible lograr mejores resultados contra el contagio y sus efectos colaterales.
Durante el encuentro no se pasaron por alto las críticas al papel del organismo desde que se detectaron los primeros casos del nuevo coronavirus en Wuhan (China), a mediados de diciembre pasado. Habrá una evaluación independiente de las acciones adelantadas frente a un contagio que hoy se aproxima a los 5,5 millones de infectados y a los 350 mil muertos.
Es necesario que se precisen los aciertos y errores de la OMS, no solo por el interés de los países cooperantes en su sostenimiento, y ante la guerra de acusaciones que sostienen los gobiernos de Estados Unidos y China, sino sobre todo porque urge afinar los planes y la estrategia de la OMS frente a una pandemia que, según numerosos expertos, apenas va por la mitad de su recorrido de afectaciones.
No pueden quedar flotando en el aire versiones de medios reputados (Der Spiegel y Washington Post, entre otros), apoyadas en fuentes de inteligencia alemana y estadounidense, según las cuales China pidió a la OMS “retener información” de la peligrosa transmisión en humanos y su progresión a la categoría de pandemia a mediados de marzo.
La Organización en el discurso de cierre de la Asamblea observó que respeta su “compromiso con la transparencia, la rendición de cuentas y la mejora continua”. En un ejercicio de autocrítica sostuvo que defiende la claridad “más que nadie”. El informe de evaluación servirá para aplicar ajustes adentro suyo y en las dinámicas de cooperación y ayuda intergubernamental que le gravitan.
Pero hay que volver sobre los contenidos de las lecciones recogidas hasta ahora, para ahondar en que, al margen de posibles yerros por acción u omisión de la entidad o de cualquier gobierno, es el permanente intercambio de información, experiencias e instrumentos de seguridad sanitaria el que permitirá una respuesta global, en la que no haya exclusiones ni desigualdades que, al final, solo traerían triunfos parciales y, claro, limbos fértiles para rebrotes.
La información que circula la OMS es el primer activo que debe garantizarse como guía para ejecutar esfuerzos de contención y cura enfocados en datos rigurosos y oportunos. La distribución equitativa y transparente de información es indispensable para que en esta carrera contra la pandemia no haya rezagados.
Más allá de los daños cuantiosos ocasionados por la covid-19, el peor desgarramiento sería el del tejido de la cooperación internacional en los distintos terrenos: científico, médico, sanitario, preventivo y aquellos otros que amplían la capacidad de respuesta a los traumas sociales, económicos, sico-emocionales y culturales.
Esperanza y solidaridad, como lo consignó la Asamblea de la OMS, deben ser los antídotos esenciales contra esta crisis inédita e histórica.