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La revolución cubana, un modelo que se exportó a otros países, está demostrando ser un desastre monumental.
“Cuba está colapsando”, la frase la dijo ayer un habitante de la isla a la BBC de Londres, en un reportaje en el que se ven y se escuchan voces de cubanos y cubanas hastiados, desesperanzados, sin saber qué hacer, porque ese país lleva cuatro días sin luz eléctrica y literalmente está paralizado.
¡Imagínese usted, por un momento, estar sin energía eléctrica durante cuatro días! Tal vez no podrá leer este artículo, ni ningún otro, porque no le funciona el internet. No podrá chatear con nadie para preguntarle qué pasó porque no le funciona el celular (¡durante cuatro días!). No podrá prender ninguna pantalla para distraer el tiempo. Los alimentos de la nevera se habrán dañado. A la hora de preparar la comida, si la quiere caliente, le tocaría recurrir a la leña porque tampoco hay gas. Y ese apagón general que comenzó el viernes aún no termina. Ayer tuvieron que suspender las clases de los colegios, cancelaron sus jornadas la mayoría de los trabajos, la desazón da tajada, el panorama es devastador.
La principal falla se presentó en la central eléctrica Antonio Guiteras, una termoeléctrica que opera desde hace más de 40 años y a la que no se le ha hecho el mantenimiento necesario, y se desestabilizó el Sistema Eléctrico Nacional (SEN).
Pero la falta de luz eléctrica no es nueva. Los apagones se han vuelto recurrentes, de hasta 12 horas cada día, debido a la falta de inversión y de combustibles. La escasez de alimentos es incluso peor, la desnutrición ha aumentado y la población en general ha perdido peso. Y la inflación que ha llegado hasta el 200% lo empeora todo. Esos tres problemas, que no son de los últimos cuatro días sino que los vienen padeciendo los cubanos por lo menos en los últimos tres años, son algunos de los síntomas de una crisis que tiene raíces profundas en la ineficiencia económica del sistema estatal.
Problema que se agrava por el impacto de las sanciones que ha impuesto Estados Unidos.
La revolución cubana, un modelo que se exportó a otros países, está demostrando ser un desastre monumental. No es casual que la Venezuela de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, que quiso emular lo hecho por Fidel Castro, muestre síntomas parecidos en cuanto a apagones, falta de comida e inflación. Cualquiera podría decir que estamos ante la prueba reina de que la combinación de democracia y capitalismo ha resultado ser mejor fórmula para brindar bienestar a la gente que la combinación de dictadura y socialismo.
Cuba logró maquillar su crisis por muchos años, en una primera etapa gracias al apoyo de la Unión Soviética. Luego vino una de sus peores crisis, el “periodo especial”. Muy oportuno llegó Chávez que enamorado de la figura de Fidel decidió darle todo el petróleo que necesitaba a precio de huevo y los petrodólares suficientes para que no padecieran más hambre. Pero ahora, cuando Venezuela dejó de ser el nuevo rico de la región, la profunda fragilidad de un sistema como el de Cuba ha quedado al desnudo.
Todas las promesas que la revolución de los Castro hizo hace ya 65 años quedaron aplastadas por la dictadura que ellos instauraron en la cual no permitieron realizar elecciones libres, atacaron la propiedad privada y persiguieron a los empresarios y a la oposición hasta encarcelarlos o desaparecerlos.
El deterioro del sistema eléctrico en Cuba no hace más que echarle sal a la herida del descontento popular, que tuvo sus mayores manifestaciones en el 2021, cuando en un hecho inédito y pasando por encima de la fuerte represión, millones de cubanos salieron a protestar por la grave crisis económica y social.
En julio de este año, el gobierno de la isla expidió medidas para tratar de paliar la crisis de desnutrición, falta de medicinas y alimentos y el éxodo masivo. La situación llegó a tal punto que tuvo que pedirle ayuda al Programa de Alimentos de Naciones Unidas con el fin de mantener la distribución de leche subsidiada a los niños menores de siete años.
Pero mientras la situación de los cubanos se deteriora, el gobierno no cambia de discurso. El presidente Miguel Díaz-Canel dice que todos los habitantes de la isla están para salvar la revolución y el socialismo. Y ¿quién los salva a ellos?
Sus palabras explican la tragedia. La idealización que se hizo de Fidel Castro y su revolución, entre quienes en ese entonces eran jóvenes y hoy tienen la oportunidad de estar en el poder, fue de tal magnitud que no les permite reconocer, a pesar de los datos y los hechos, que esa revolución fracasó. Por eso, mientras estos dos países se siguen arruinando, aquí muchos todavía están enredados en esa falsa ilusión y, torpemente, añoran replicar el modelo.