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El dólar crispado

Es de suma importancia que el gobierno de Petro dé un parte de tranquilidad antes de que este deterioro sea irreversible”.

31 de octubre de 2022
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“Ahora se ha puesto de moda que el presidente no puede hablar porque el dólar se cae o se dispa
ra”, dijo este fin de semana el presidente Gustavo Petro, con una mezcla de ironía y protesta. Y tal vez sería bueno que alguno de sus asesores le diga que no es que no pueda hablar, porque presidentes de todo el mundo hablan todos los días y no se les caen sus monedas. El problema es cuando los presidentes hacen afirmaciones provocadoras o promesas temerarias que espantan al mercado.

En ese orden de ideas en el país se ha desatado una gran polémica sobre si el presidente Petro ha tenido alguna responsabilidad o no en la disparada que se ha pegado el dólar, cuyo precio acarició los 5.000 pesos el lunes pasado (4.999 pesos en un momento del día).

Y hay que decir que sí. Al gobierno de Gustavo Petro sí le cabe parte de la culpa por la devaluación del peso colombiano en las últimas semanas. Por más que el Presidente se escude en fenómenos globales para justificar la disparada del dólar, como la subida de tasas por parte de la Reserva Federal, y más allá de que trate de desviar la opinión pública con tablas que comparan la devaluación de los demás países en un rango de fechas que le conviene a él. Desde que Petro ganó la presidencia, el peso sí es una de las monedas del mundo que más valor ha perdido frente al dólar. Esto se hace evidente, sobre todo, cuando comparamos el desempeño de nuestra moneda con las del resto de la región.

Desde el 17 de junio (un dólar por $3.905) hasta el 25 de octubre (un dólar por $4.969), es decir, desde el triunfo de Petro hasta esta semana, el peso colombiano se depreció 26,6% frente al dólar (subió $1.604). En el mismo periodo de tiempo, el peso argentino perdió el 26,2% de su valor, el peso chileno el 10,3%, el sol peruano el 7,5%, el real brasilero el 3,3% y el peso mexicano se apreció el 2,3%. Colombia resalta como la de peor desempeño.

Desde que Petro fue elegido presidente, nuestra devaluación es peor que la de Argentina, el país de la eterna crisis económica. Un muy mal augurio.

Un dólar cercano a $5.000 ha sido el resultado del aumento de tasas de interés en Estados Unidos, una mayor incertidumbre en la economía global y, sobre todo, preocupación por parte de los mercados frente a los confusos anuncios que han realizado el presidente y los demás miembros de su gabinete.

Sin embargo, el dólar no es la única métrica en la que nos hemos rajado. Hay números que generan todavía mayor inquietud. Los Credit Default Swaps (CDS) de Colombia y el EMBI, que son instrumentos financieros que permiten cubrir el riesgo de impago de deuda, indicadores del “riesgo país”, vienen deteriorándose a un ritmo acelerado: solo en el último mes han aumentado alrededor de 100 puntos básicos, más del doble que el promedio de los países de la región. No son coincidencias. No todo puede ser explicado por factores externos.

La economía colombiana se está enfrentando a un “enemigo interno”. A nadie le conviene esta incertidumbre, sobre todo bajo las delicadas circunstancias de nuestras finanzas públicas. Con nuestros niveles actuales de déficit fiscal y de déficit de cuenta corriente, un deterioro en nuestro “riesgo político” nos podría dejar en un punto sumamente complejo frente a nuestra financiación de mediano y largo plazo. En palabras de un informe de JP Morgan, publicado el pasado 21 de octubre, los anuncios irresponsables del gobierno de Petro están llevando a los activos colombianos hacia la “tormenta perfecta”.

Es de suma importancia que el gobierno de Petro dé un parte de tranquilidad antes de que este deterioro sea irreversible. Los mensajes del ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, plenamente consciente del problema en el que estamos metidos y de lo que los mercados quieren escuchar, han ayudado pero no han sido suficientes ante la descoordinación del resto del gabinete.

Lo que está pasando con las perspectivas de Ecopetrol y el sector minero-energético es el asunto más delicado, lo primero que el gobierno debería esforzarse por corregir. La obstinación de Petro y la ministra de Minas por no firmar nuevos contratos de exploración y explotación de petróleo y gas, sumado al apretón que le da la propuesta de reforma tributaria a todo el sector, ponen en duda las perspectivas a futuro.

Ante esa incertidumbre, la tasa de cambio del dólar se mantendrá al alza. Y en la misma línea, la posibilidad de menores ingresos por regalías y por transferencias de Ecopetrol empeoran la percepción de nuestras finanzas públicas, con el agravante de que gran parte de nuestra deuda está denominada en monedas extranjeras. ¿Está consciente el Gobierno de la gravedad del asunto?

No es el momento de excusas. El Gobierno debe tomar medidas para corregir el rumbo. No estamos pidiendo mucho: que al menos sea responsable a la hora de hablar. Es hora de que Petro deje esa fascinación de escucharse él mismo y comience a escuchar a los demás

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