En algunas ocasiones se han dado en el pasado tensiones entre el gobierno de turno y los directores del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas, Dane, en relación con alguna estadística que molestaba al primero. Son contadas esas situaciones y la sociedad ha respaldado a la entidad frente a las presiones, ya que con la seriedad de su trabajo tiene la confianza de los colombianos que aprecian cada vez más el valor de contar con buenas estadísticas que informen sobre el estado del país y su economía.
La buena imagen del Dane va más allá de nuestras fronteras, tiene la reputación internacional de ser una entidad que cuida bien de la producción de sus estadísticas, como se le reconoce en escenarios como el FMI, Banco Mundial, Naciones Unidas y la OCDE. Esto fue posible porque, desde su fundación en 1953, el Dane quiso tener las mejores prácticas y estándares de calidad en la producción y comunicación de la información estadística.
Quienes han trajinado con los datos colombianos reconocen los aportes y enseñanzas que dejaron las oficinas de estadística francesa y canadiense para la producción de las cuentas nacionales de Colombia y el índice de precios. Más recientemente, organismos multilaterales como el BID, la FAO y el Banco Mundial trabajaron en equipo con los técnicos de la institución en los censos nacional agropecuario, de población y de vivienda.
Con esos buenos antecedentes que explican el desarrollo de un sistema estadístico robusto, resulta sorprendente lo que se dijo en el debate de control político de la semana anterior sobre la credibilidad de las cifras del Dane. Con el debate llega a su punto más alto el propósito de cuestionar la labor del Dane que emprendió su actual director.
La discusión y la crítica constantes de algunas de las estadísticas del Dane producidas por el gobierno anterior, tienen un claro matiz político y son actitudes muy cuestionables por el daño que pueden causar a la reputación de una entidad técnica como esta y a la credibilidad de las cifras que produce. No se trata, por supuesto, de negar la crítica social sobre la producción de estadísticas. El Dane no puede estar por encima de la sociedad a la cual le está entregando la información, y a quien finalmente le pertenece.
Existen mecanismos para tratar los datos y corregir los problemas de las estadísticas. Estos siempre van a existir porque recolectar la información y tratarla es un proceso largo y dispendioso. La misma tarda en llegar y siempre se puede mejorar, pero ese aspecto tan técnico debe ser tratado discretamente y documentarse para evitar las suspicacias. La aclaración de cifras o datos se puede hacer de una manera constructiva para el país, sin crear ambientes hostiles que polarizan más y dejan en vilo discusiones y decisiones fundamentales para el impulso de nuestra economía.
Las estadísticas del Dane son útiles para tomar decisiones estratégicas para el país y diseñar la política pública, y no para hacer política electoralista. Debilitar al Dane y desmoralizar a un equipo técnico que en menos de un lustro tuvo la capacidad de hacer dos censos y una encuesta tan importante y compleja como la de presupuestos de los hogares nos puede salir muy costoso. La forma como se lleva a cabo el debate nos perjudica a todos y demuestra la necesidad de aislar al Dane de los vaivenes de la política partidista.