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Democracia es más que urnas

Con más candidez que razón se está bautizando como “primavera” cualquier movimiento social. Pero la consolidación de la democracia exige mucho más. La “antipolítica” tampoco ha sido la vía.

08 de septiembre de 2015
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Infográfico
Democracia es más que urnas

Con más entusiasmo que razón se está hablando ahora de una “Primavera Maya” para describir la situación política de Guatemala. Es un recurso facilista, más de eslogan que pega fácil en la opinión pública que un análisis sólido de complejas realidades sociopolíticas que en casi ningún caso son equiparables. Las “primaveras” han sido fenómenos en todos los casos interesantes pero que en pocos han tenido los poderes casi milagrosos que en un principio se les atribuyeron.

El mundo busca constantemente fuentes de inspiración, de esperanza, de optimismo sobre un futuro mejor, y cualquier asomo de rebelión contra regímenes opresivos o corruptos es hoy día saludado con regocijo y altas dosis de ingenuidad como una “primavera”.

Pero no es sino dejar pasar cosa de pocos meses para que la realidad del mundo muestre el choque de las buenas intenciones con la supervivencia de los poderes de corte autoritario o directamente totalitario, incluyendo los regímenes teocráticos. Nadie debe alegrarse de ello, por supuesto. Pero tenerlo claro evita interpretaciones alejadas del necesario realismo, que no excluye ni impide poder actuar guiados por el idealismo.

En el caso de Guatemala, es verdad que un movimiento social surgió al amparo de investigaciones judiciales asistidas por una comisión internacional, que ya al final de su mandato derribaron el régimen de Otto Pérez Molina, cuatro días antes de la primera vuelta de las elecciones presidenciales para reemplazarlo.

Y los resultados no son para cantar la victoria de los ideales de esa movilización social. Los candidatos que irán a la segunda vuelta del próximo 25 de octubre no parecen encarnar todas esas esperanzas de renovación política por las cuales se movilizaron miles de personas confiadas en un futuro mejor.

Que el próximo presidente vaya a ser un cómico de la televisión (Jimmy Morales) o una exprimera dama (Sandra Torres) a quien la suprema instancia judicial del país comprobó “fraude a la ley” hace cuatro años para inscribirse como candidata siendo la esposa del presidente titular, no traen precisamente buenos augurios.

Se habla del triunfo de la “antipolítica”. Es otro estribillo que se le da a toda manifestación electoral de inconformidad con el régimen político vigente. Y que lleva a elecciones tan desastrosas como las que se quieren evitar con los políticos tradicionales. Esa opción por los “antipolíticos” ha resultado, no solo en países del tercer mundo, un fiasco. Para no ir más lejos, Hugo Chávez en 1998, cuando colapsó el corrupto régimen partidista venezolano. O Abdalá Bucaram en Ecuador. O Silvio Berlusconi en Italia. O el también cómico “antiberlusconi” Beppe Grillo. O como podría suceder, vaya paradoja, en la democracia más potente, Estados Unidos, con Donald Trump.

Hay ocasiones en que hay que proteger la democracia de la democracia misma, como cuando esta se limita a citar elecciones dejando todos sus demás atributos de lado.

No se puede eliminar la política, entendida ella como manifestación del valor noble de lo público, de la mejor elección del bien mayor para el máximo número de personas. En cambio sí se puede, mediante el voto consciente, el que no se vende, eliminar la mala política y a los malos políticos. Para eso es la democracia integral, tan distinta de la simple convocatoria a las urnas.

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