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¿Construcción? ¡Sí!

La inversión en construcción no es solo una evidente ruta hacia el desarrollo en términos de infraestructura, sino que es una generadora de empleo, sobre todo en un país como el nuestro

11 de diciembre de 2020
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Infográfico
¿Construcción? ¡Sí!

En la compleja coyuntura actual, en la que el distanciamiento social desaceleró dramáticamente la economía y estancó la distribución de los recursos, el Gobierno ha tomado la decisión razonable de endeudarse para ofrecer subsidios y evitar que los sectores menos favorecidos tengan que enfrentarse al dilema desgarrador que es “la salud o el hambre”. Sin embargo, no hace falta ser un gran economista para darse cuenta de que estas medidas no son sostenibles a largo plazo y que paradójicamente el endeudamiento sostenido para repartir puede condenar a nuestro país a un deterioro social dramático que ya comienza a hacerse evidente.

Entonces, ante la pregunta acerca de dónde invertir, la respuesta debería apuntarle a inversiones que generen una redistribución eficiente de los recursos y que además generen ingresos que permitan devolverle al sector financiero los capitales prestados.

Si hacemos un recorrido histórico por las grandes construcciones de la historia, desde las pirámides de Egipto hasta las sofisticadas obras de infraestructura de la actualidad, es evidente que muchas cosas han cambiado: las técnicas, los equipos, los materiales. Todo. Todo menos una cosa: el hombre. En las más simples y en las más complejas construcciones ha habido siempre (y hasta que las máquinas nos suplanten del todo) una mano de obra activa que le ha dado forma a los sueños de los diseñadores. Hablamos de humanos, y no solo de los especialistas, ingenieros, arquitectos, maestros de obra, que serán el 30 % o 40 % de los implicados en una obra. El otro 70 % es el aporte de personas no necesariamente especializadas que con empeño y compromiso hacen trabajos físicos imprescindibles (cargar, llevar, traer, subir, bajar, mezclar) para el correcto desarrollo y desenlace de cualquier proyecto de construcción.

La inversión en construcción, entonces, no es solo una evidente ruta hacia el desarrollo en términos de infraestructura, sino que en simultáneo es una generadora de empleo formidable, sobre todo en un país como el nuestro en el que la informalidad ha alcanzado índices alarmantes y el acceso a la educación secundaria es un privilegio de muy pocos. En otras palabras, cuando un país invierte en desarrollo necesariamente debe invertir en construcción, e invertir en construcción es invertir en la generación directa e indirecta de muchos puestos de trabajo. Porque una obra no solo emplea a los directamente responsables, además pone en marcha flujos de dinero que circulan en todas las regiones del país y que permean todos los segmentos de la sociedad.

En ese sentido la inversión pública en construcción e infraestructura se presenta como una solución viable a la crisis social y económica que se avecina y todos los esfuerzos que haga el Estado por promoverla son válidos y traerán resultados a corto, mediano y largo plazo.

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