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Bolivia y su esperanza en el centro

Habrá muchos retos para el nuevo presidente de Bolivia, pero el mensaje en las urnas ha sido muy claro: los bolivianos están cansados de los extremos, de las divisiones y la asfixia de un Estado omnipotente.

hace 17 horas
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  • Bolivia y su esperanza en el centro

El descontento generalizado en Bolivia por el mal funcionamiento de las instituciones, la economía renqueante y la agitada actividad política ha provocado un sacudón. Tras veinte años de hegemonía de la izquierda, los votantes han elegido como nuevo presidente a Rodrigo Paz, un centrista que representa el cambio de rumbo que tanto anhelan.

Paz, de 58 años, es miembro del Partido Demócrata Cristiano y senador desde el 2020, pero su trayectoria política abarca más de dos décadas en las que también ha sido concejal y alcalde. Como ha ocurrido en muchas elecciones, se convirtió en el candidato sorpresa el pasado agosto cuando pasó del último lugar a ser el favorito en un grupo de ocho candidatos durante la primera vuelta. Hasta obtener en la segunda y definitiva el 54 por ciento de los votos.

Sus posiciones moderadas respecto a diferentes temas que preocupan a la ciudadanía le ganaron la confianza de una mayoría de bolivianos que están desilusionados con el Movimiento al Socialismo (MAS) que lleva gobernando demasiado tiempo ya bajo el liderazgo de Evo Morales. Mientras el candidato conservador opositor Jorge Tuto Quiroga ofrecía reformas económicas profundas para reducir la presencia del Estado, Paz propuso un panorama más equilibrado que los sectores de izquierda y otros más reacios prefirieron.

Su gran promesa es la de un capitalismo para todos en el que se reduzcan las cargas tributarias y de aranceles, se facilite el acceso a créditos y se adopte un sistema de banda cambiaria con máximos y mínimos. En palabras sencillas, Paz explicó que es “platita para la gente, estabilidad para que bajen los precios, reglas claras para producir con un Estado que te ayuda”.

Por eso se comprometió a preservar los programas sociales, gestionar los recursos de Bolivia de forma más eficiente y frenar la corrupción. Su proyecto contrasta con el socialismo de MAS que impulsó la intervención del Estado y cientos de medidas nacionalistas. Paz, y con él sus votantes, le apuestan a una economía más abierta que acepte la inversión privada y la extranjera.

Otra promesa importante es la descentralización de los recursos públicos con una agenda 50/50, en lugar de la 80/20 que rige en la actualidad. La intención es que haya una distribución más equitativa del presupuesto nacional. Porque pese a que la autonomía regional está consagrada en la Constitución, el régimen de caudillos que ha primado en Bolivia no ha permitido descentralizar el poder.

Y es que el modelo de la izquierda se agotó. Bolivia arrastra una inflación desbocada, la escasez de combustible afecta a todos los ciudadanos y la sociedad está totalmente fragmentada. Rodrigo Paz no lo va a tener fácil porque la distribución de fuerzas en el parlamento, donde carece de mayorías, le va a exigir el inmenso reto de buscar alianzas dentro y fuera del país. Sobre todo para poder poner en práctica todas las medidas que pretende dentro del sector público, que a la larga son una reforma del Estado boliviano.

Habrá que ver también cómo será la dinámica que se dé entre el presidente electo y su fórmula vicepresidencial. El triunfo de Rodrigo Paz tiene mucho que ver con Edmand Lara, un excapitán de policía convertido en denunciante que, a diferencia de Paz, que es hijo del expresidente Jaime Paz Zamora, ofrece una imagen de outsider, de venir de abajo, que convence a muchos. Además, sus indudables habilidades para las redes sociales consiguieron que la atención se centrara en él a lo largo de muchos momentos en la campaña. Lara maneja un tono combativo y polémico, ha llegado a insinuar que va a tratar de influir en la agenda de Paz y no duda en enfrentarse con con los medios de comunicación.

Como es normal, habrá muchos retos por delante para el nuevo presidente de Bolivia, pero el mensaje expresado en las urnas ha sido muy claro: los bolivianos están cansados de los extremos, de las divisiones mezquinas y la asfixia de un Estado omnipotente. Quieren salir de la informalidad en la que se encuentra su economía y sentir que se les permite avanzar. Por eso le han apostado a ese cambio que les ofrece Paz, cuyo discurso moderado supo conectar con el campo y la ciudad.

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