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A volver la vista al campo

Se dice que Colombia puede ser una de las despensas agrícolas del mundo, pero para que sea realidad hay que resolver los múltiples problemas que afronta y que impiden que sea más competitivo y rentable.

18 de marzo de 2022
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El campo, uno de los grandes olvidados, volvió a tener la atención mundial ante el desbordado crecimiento en el precio de los alimentos, que llevó a que la inflación registrara un fuerte aumento en muchos países.

En Colombia, el costo de vida llegó en febrero al 8 % anual, con un alza en los alimentos y bebidas del 23,3 %. Llama la atención la disparada de los precios de la papa, con 142 %, o las frutas y el pollo, con alzas del 33 % y 27 %, respectivamente.

Varios hechos se han conjugado, como en una tormenta perfecta, para llegar a esta situación. Uno de ellos se refiere a los problemas en las cadenas de suministros a nivel mundial, que se sumaron a los vaivenes en la demanda de alimentos. Por efecto de la pandemia y la parálisis de la economía en 2020, bajó el consumo y se desplomaron los precios —todavía están frescas las imágenes de campesinos en las carreteras saliendo a feriar su producción—. Pero el año pasado se reactivó la demanda y los precios se dispararon. A ello se sumó el paro, que afectó el transporte de productos y cuyo impacto todavía se está sintiendo.

Cuando se pensaba que este año el panorama podría ser mejor, llegó la invasión rusa a Ucrania, que asesta un golpe a la producción de insumos y fertilizantes, cuyos precios están por las nubes.

A estos problemas coyunturales se suman los estructurales que impiden que Colombia sea la despensa agrícola del mundo, como tanto se ha pregonado en las últimas décadas. El país tiene una frontera agrícola de cuarenta millones de hectáreas, es decir, terrenos que se podrían destinar para cultivar y para actividades agropecuarias. Sin embargo, solo utiliza entre seis y siete millones de hectáreas.

En las zonas rurales viven once millones de colombianos, de los cuales 5,8 millones son mujeres. La pobreza supera el 40 %, los campesinos carecen de garantías laborales y muchos emigran a las ciudades por falta de estímulos. La Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC) insiste en la importancia de la seguridad alimentaria. Si bien reconoce que este gobierno ha hecho avances porque es el que más recursos ha dedicado a las vías terciarias, ha mantenido despolitizadas entidades clave para el sector, como el ICA, y ha fortalecido el crédito, la SAC resalta que todavía no se ven soluciones a los problemas de siempre.

La lista es larga y, según la SAC, impacta la productividad y rentabilidad del sector. Entre ellos está la falta de una adecuada infraestructura digital, de tecnología e innovación, así como de vías de comunicación. Según el Ministerio de Agricultura, solo el 15 % del sector utiliza tecnología de última generación, mientras que el Dane señala que el acceso a internet en las zonas rurales es apenas del 23,8 %, menos de la mitad de las zonas urbanas, que llega al 66,6 %.

En vías terciarias el panorama es dramático, ya que de los 175.000 kilómetros que hay, solo el 10 % se encuentra en buen estado. La mayoría son verdaderas trochas por las que es muy difícil movilizar los productos agropecuarios. Este es uno de los factores que encarece los alimentos en los centros de consumo.

A estos problemas se suman los bajos ingresos de los campesinos. La informalidad llega al 86 % en el campo. La mayoría de los trabajadores son jornaleros que no tienen derecho a prestaciones sociales ni a soñar con una pensión.

Además, hay graves problemas de titulación de predios y de propiedad de la tierra, lo que no genera incentivos a la hora de invertir. Hay que avanzar en el otorgamiento de créditos con tasas de interés subsidiadas. Hay que mantener entidades como el ICA, el Banco Agrario, el Finagro y la Agencia Nacional de Tierras alejadas de la política para que no se conviertan, como en el pasado, en fortines burocráticos. Adicionalmente, se necesitan reglas claras en materia tributaria.

Si bien la lista de reclamos es larga, hay que destacar hechos positivos, como el récord de exportaciones que registró el sector de $ 9.418 millones el año pasado, un crecimiento del 20 % frente al 2020. En las ventas externas sobresalen las de café, banano, flores, carne bovina, leche y sus derivados, aguacate y aceite de palma. El agro sigue manteniendo elevados niveles de producción y nunca se paralizó, ni siquiera en los peores momentos de la pandemia —creció 2,8 % en 2020, el año de la mayor caída de la economía en la historia del país—.

La situación del agro colombiano está sobrediagnosticada. Lo que se espera de los candidatos a la presidencia es que presenten sus propuestas para darle un renovado impulso a la producción nacional, a la competitividad y rentabilidad, y para que la frase de que Colombia puede ser la despensa del mundo no se quede solo en un bonito eslogan 

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