La vejez no es sexy. Si ven varios comerciales televisivos que promocionan complementos de calcio o pañales para adultos, observarán que sus protagonistas casi nunca parecen realmente viejos. Cada semana hay notas en algún medio sobre cómo aquel actor o aquella cantante, no aparentan la edad que tienen, haciendo del asunto una cualidad o mejor, algo que deberíamos imitar.
Entonces que una historia sobre la vejez sea la candidata por Chile al Óscar a película internacional, o que al mismo tiempo esté en la lista corta de las preseleccionadas a mejor documental, nos da pistas de que estamos ante una película que toca el alma de sus espectadores de alguna forma única. “El agente topo”, de Maite Alberdi, que se puede ver ya en Netflix, logra, usando herramientas del cine de ficción, lo que cualquier película debería: decir algo interesante, emocionar a su manera. Por eso no veremos gráficas con estadísticas sobre el número de viejos que son abandonados en centros gerontológicos de Latinoamérica, ni escucharemos a un narrador contándonos alguna vida particular del ancianato donde ocurre todo. En lugar de eso, nos topamos con un clasificado en el periódico que solicita a hombres entre 80 y 90 años, con plena autonomía y capaces de lidiar con la tecnología, para un trabajo que durará tres meses. Y, sin embargo, gracias a ese acercamiento, Alberdi crea un vehículo único para su observación sobre la vejez: este espía de la tercera edad, Sergio, que voluntariamente ingresa a un hogar de ancianos, para buscar las pistas que ayuden a resolver un caso detectivesco.
Normalmente un documental es la visión del director sobre un fenómeno en particular que se preocupa por registrar. Pero al introducir el elemento del “agente topo”, Alberdi modifica la ecuación. Porque entonces Sergio, que se toma completamente en serio su trabajo, transforma la realidad del ancianato con su presencia y, claro, con su mirada sobre las cosas. ¿Qué piensa un anciano de cómo viven estos otros compañeros de generación, una vida que no es la suya pero que podría ser? ¿Cómo se transforma él mismo al vivir episodios tan particulares como el de aquella compañera que quiere tener con él un acercamiento romántico, o la cercanía de estas otras mujeres que, sin proponérselo, se van convirtiendo en sus amigas?
Al mismo tiempo Sergio lleva a la película por terrenos que tal vez no hubieran sido tan visibles sin él. Como hacernos notar con el protagonismo que adquiere en el lugar, que la mayoría de ancianos abandonados son mujeres (¿otra consecuencia del machismo latinoamericano?), que terminamos infantilizando a los viejos, o que su entrañable simpatía le permite entablar conversaciones que ninguna de sus compañeras habría tenido con alguien más, de las que somos testigos privilegiados.
Maite Alberdi ha logrado una película sensible y profunda, capaz de hablar en serio sobre una época de la vida que preferimos esconder, en un tono que se queda en la memoria. Nada mal para una película de espías.