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No vamos a contar aquí la historia al detalle porque la pueden ver en el episodio de la estupenda serie documental Las películas que nos formaron dedicado a Pretty woman, que está en Netflix, pero basta recordar que el guion original de J.F. Lawton era en realidad muchísimo más oscuro y cruel hasta que lo compró Touchstone Pictures que, en aquel entonces, era una filial de Disney. Hoy es un clásico innegable de las comedias románticas, pero solemos olvidar conscientemente que Vivian, el personaje de Julia Roberts, era una prostituta que esperaba clientes en Rodeo Drive.
Es paradójico que las críticas de “irreal” que se hicieron en aquel entonces, casi siempre se centraban en Vivian y en la romantización de su oficio, como si el ejecutivo sensible y de buen corazón que encarnaba Richard Gere tuviera más posibilidades de existir en la vida real. Después de ver Anora, de Sean Baker, Palma de Oro en Cannes el año pasado y nominada a seis premios Óscar, entre ellos, Mejor actriz principal y Mejor película, quedan claras dos cosas: que Julia Roberts hizo un gran papel, sólo que sin “ejercer” físicamente frente a la cámara, y que la mayor mentira de todas era la integridad y el arrojo que implicaba aceptar sus sentimientos por parte del millonario Edward Lewis.
Porque Sean Baker, que en The Florida project ya había sido capaz de mostrarnos la triste realidad de los hoteles a las afueras de Disney, como el reverso de esa vida ideal y color pastel de los parques temáticos, ha creado con Anora su versión particular de Mujer bonita y ha tenido el buen tino de recordarnos que en este mundo son las mujeres las valientes. Anora, encarnada con una extraordinaria intensidad y luz por Mikey Madison, sabe que debe aprovechar la llegada de ese joven millonario ruso que se ha encaprichado con ella porque se divierten juntos y por la intensidad del sexo, para escapar por unos días de esas llegadas exhausta de madrugada y esas malas horas de sueño diurnas que son su vida.
Sin embargo, a pesar de su inteligencia, termina ilusionándose con un cambio de vida cuando Ivan, ese muchachito irresponsable y cruelmente ingenuo, le propone que se casen en Las Vegas. El guion de Baker, también nominado al Óscar, mezclará los ingredientes de la comedia de golpe y porrazo de comienzos del siglo XX (la secuencia en que “detienen” a Anora los supervisores de Ivan es ejemplar) con la crítica más profunda a las masculinidades actuales (esos muchachitos hedonistas que no entienden cuál es el valor de su palabra y que creen que todo se soluciona con dinero) sin necesidad de entrar en honduras existenciales y conservando la ligereza necesaria para que la película renueve para los tiempos actuales esta historia alternativa de Cenicienta.
Baker logra algo muy difícil: hacer una película ligera que no es superficial. Las heridas de Anora se esconden, como las de Vivian, con buen humor, pero a diferencia de aquella, al final es el llanto la única posibilidad de un escape.