“¿Niño, quieres una paleta Drácula?”.
Este texto lo vi en una caricatura de un diario de circulación nacional. Ya les he hablado mucho sobre la coma del vocativo. Esa coma del saludo como tan rara a veces porque suele parecer inoficiosa, inútil. ¿Porque de qué sirve en “Hola, Juan”? Una secuencia tan corta. Pues ya saben, queridos lectores, que las comas no tienen por función principal marcar pausas.
Como ven, en el texto sí hay coma de vocativo: “Niño, quieres...”. Claro, niño ahí es un vocativo, porque alguien lo está llamando con esa palabra. ¿Vamos bien? El error es la ubicación de ese vocativo. O sea, un vocativo puede ir al principio, en la mitad o al final del enunciado. La sintaxis castellana es bastante flexible. Puedo decir tranquilamente “Juan, vaya lávese esas manos”, “Vaya lávese esas manos, Juan” o “Vaya, Juan, lávese esas manos”. Incluso, para que vean lo flexible que es: “Vaya lávese, Juan, esas manos”. Un poquito más forzado este último.
Ahora bien, y aquí sí viene la carreta que les traía. Si tenemos un vocativo metido o relacionado con una pregunta, hay dos opciones. La primera es “Niño, ¿quieres una paleta Drácula?”. La segunda llevará el vocativo adentro de los signos: “¿Quieres una paleta Drácula, Niño?”. O en la mitad, como ya les mostré arriba.
Lo pillé en Facebook
“Spray anti-covid”.
Es un titular. Voy a empezar por el error más sencillo y menos trascendental. Las palabras extranjeras no adaptadas al español (extranjerismos crudos) necesitan cursiva. “Spray anti-covid”. Si no hay cursiva, vamos con las comillas dobles: “...” o «...» (se las presento de nuevo: las primeras se llaman inglesas, las segundas se llaman angulares). Ahora bien, colega periodista: en un titular, podemos marcarlo con comillas simples, “‘Spray’ anti-covid”, porque de pronto las dobles se ven muy grandes, muy aparatosas en un titular.
Se preguntará alguno. Bueno, muy bacano todo, ¿pero cómo sé que el extranjerismo es crudo? Recuerden el ejemplo del WhatsApp: escrito así es una marca. Ah, siquiera me acordé: los nombres propios extranjeros, por más gringos que sean, no necesitan nada, ni cursiva ni ninguna comilla. Entonces, ese nombre propio de marca tiene una pronunciación muy berraca para nuestro sistema fónico: nos mordemos la lengua. Los hablantes, inconscientemente, vamos acomodando esa palabra rara a nuestros sonidos: [güasáp] o, más natural aún, [güasá]. Por esto, podemos decir “Mandame un wasap” o “Estaba wasapeando con aquel”. Cuando la acomodamos y la usamos mucho, se convierte en un extranjerismo adaptado. Algunos se han adaptado tan bien que ya ni los sentimos: tren, fútbol. El tiempo les da vida o los mata. Y el otro, dizque el trascendental. Anti + covid nos da anticovid, sin guion y sin espacio. O si preferimos escribirla con mayúsculas sostenidas, ahora sí: anti-COVID.
De esas que casi nunca usamos.
Exantema. “Erupción cutánea extendida, propia de algunas enfermedades, como el sarampión o la escarlatina”. Carranchil, una de esas palabras que lentamente han ido perdiendo usuarios y, con ello, su vida. Una palabra vive mientras alguien la diga, mientras esté en la memoria de, por lo menos, dos hablantes. Y la escarlatina incluye amigdalitis, fiebre, manchas rojas en la piel.