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Periodista y editor de textos
Preguntan los lectores
Guillermo Vallejo. Buenas tardes. En la edición del periódico de hoy, página 24, en la columna de José Rafael Arango, sobre vinos, dice al final: “... un sabotaje sin presedentes”, cuando lo correcto es sin precedentes. Me surge una inquietud: ¿es error del autor de la nota o del periódico al transcribirla?
Don Guillermo, este es uno de esos errores que me dejan a mí más cabezón de lo que soy, pensativo, taciturno (qué bella palabra taciturno). No sé quién tenga la responsabilidad. Como siempre les digo, soy editor y paso media vida buscando errores y puliendo textos. Sé cuánto le duele un error idiomático a quien ama a sus textos. Es muy fácil que se escape un error entre la escritura, la corrección, el diseño y la revisión final (este es el proceso mínimamente ideal de edición de cualquier texto). Son muchas manos y muchos ojos, y no falta la pata metida.
Ahora, estos errores tan evidentes y sencillos de corregir sí me dejan pensativo. El corrector de Word lo señala inmediatamente. Y lo corrige (tuve que rechazar la corrección aquí). Otra cosa es escribir intensión en vez de intención, por ejemplo, porque ambas escrituras son correctas, aunque cada palabra tiene su significado, bien distinto al de la melliza peligrosa, y Word no ayuda mucho allí.
Yo siento que los medios de comunicación se están olvidando de la palabra escrita. ¿Será que estamos presenciando la muerte del periodismo escrito porque esta generación solo quiere ver videos cortos? No sé. Cuando apareció la radio, muchos sentenciaron la muerte del periódico. Mas sí tengo la certeza de que muchos periodistas han perdido, si es que alguna vez lo tuvieron, el amor por la palabra. Y, aclaro, esta última cantaleta no va por este error que menciona don Guillermo. Al fin de cuentas, errar es muy fácil. No condeno a nadie por errar, pero sí tengo que condenar al comunicador que desdeña a la palabra escrita.
Curiosidades del idioma: Adolfo y Rodrigo
Estos nombres tan usados, lo eran más un par de generaciones atrás, tienen en común su nacionalidad: son germánicos, y entraron al español por el contacto que tuvieron los visigodos, pueblo germánico, con la península ibérica. Por ejemplo, el inglés es una lengua germánica. Entonces, los Adolfos y los Rodrigos algo tienen de germánicos. Seguramente la cara no, pero el nombre sí que sí. Adolfo es Adawulf, que incluye adal (noble) y wulf (lobo). Rodrigo es Hrothriks, con hroths (fama) y riks (poderoso).