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No escucho géneros, escucho buena música

24 de septiembre de 2018
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Este espacio de opinión musical en El Colombiano, se ha convertido en una catarsis, créanme que sí. Y no es un espacio mío, así esté marcado con mi nombre. Este lugar repleto de letras pero sobre todo de música, es de mucha gente, de muchos músicos, de fanáticos del sonido que semana a semana, o me escriben, o me conversan sobre temas que tienen que ver con nuestra pasión: la música. Es por esto que los temas no caducan, no se agotan, siempre hay de qué hablar, y como es costumbre, seguiremos hablando de música.

Uno de los temas recurrentes en conversaciones y mensajes tiene que ver con lo diversa y multicolor que es la música, pero también en la dificultad de nombrarla. Y en estos tiempos, cuando hablamos de música, siempre hay un sinfín de maneras de referirnos a ella, de nombrarla, de taguearla y sobre todo de etiquetarla. Reggae mestizo popular, rock psicodélico rumbero, brutal death metal, anarco punk revolucionario, ska juvenil y bailable, electro pop hipster, indie alternativo, cumbia aborigen y yo no sé cuántas cosas más. Está bien, cada cual puede etiquetar, taguear de manera creativa su música, pero este momento maravilloso que vivimos, de efervescencia, de creación, circulación masiva y de una inquietud asustadora de parte de los consumidores, debería ser el momento perfecto para que trascendamos en los géneros, para que pensemos en la diversidad sin etiquetas y para que disfrutemos la música sin prejuicios, sin nombres, sin géneros.

Alguna vez me dijeron que había dos tipos de música, la buena y la mala. Cuanta verdad hay en esa afirmación, y más cuando los conceptos radicalistas caducaron hace años y más cuando un rockero disfruta de la cumbia y un cumbiero baila electrónica.

Para las bandas, hay un descubrir hermoso. Cuando no se sabe qué es lo que se hace, o en qué molde acomodar la música, es como un libro abierto a punto de ser leído, es como la sorpresa del regalo de cumpleaños antes de abrirse, en eso se tiene que convertir la experiencia de escuchar y hacer música, en disfrute y en la sorpresa del impacto.

Eliminemos las barreras de la música, de los medios de comunicación que reproducen uno u otro género, de los parches en las ciudades que reciben a sus personajes por solo su gusto musical. Hagamos, escuchemos, entreguemos y recibamos música porque la queremos escuchar, por buena o por mala.

Es por eso, que desde hace un tiempo trato de no pensar en géneros, porque me descubrí como un ser ecléctico que disfruta de la parranda vallenata clásica, y del rock más duro, porque aprecio las nuevas experimentaciones sonoras con el folclor y a la vez, si siento potencia en el punk me meto al pogo y lo disfruto. Por eso no escucho géneros, por eso escucho buena música.

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