No importa si es Bob Dylan, Fito Páez, David Gilmour, Jorge Drexler, Phil Collins, Paul McCartney, Kase.O, Iggy Pop, Joaquín Sabina, Dave Grohl o el que se les ocurra. La buena música está en el radar, en el mundo se están dando cuenta de eso, de su influencia, y eso es lo verdaderamente importante.
El anuncio de Dylan como el nuevo Nobel de Literatura nos abre un camino gigante, en las artes, en la composición y la creación letrística en la música.
Debo confesar que me alegré con este anuncio, a pesar de sentir que una cosa es una cosa, y otra muy diferente la otra. Ya me sabrán entender o criticar. Sin embargo, este reconocimiento tiene mensajes claros: no se da mérito propiamente a una personalidad sino al contexto y a los territorios; por otro lado, Dylan y sus letras hechas música nos dejan algunas luces en medio de la oscuridad, y esto especialmente para nuestro contexto colombiano.
Sin lugar a dudas, es un tema polémico que debería poner muy felices a quienes siguen el arte de hacer y apreciar canciones, porque se reafirma y reconoce a la música dentro de otros ámbitos artísticos.
Ahora la literatura la podemos escuchar en versos perfectamente musicalizados, el reto es para letristas, músicos y también lectores.
Y sí, es más que claro, la vanguardia está en las letras. Por años nuestra música colombiana ha tenido su lugar en el mundo desde diferentes vertientes, sonidos, corrientes y artistas, pero hoy, año 2016, es innegable que los músicos colombianos tienen un reto que ha estado escondido y es hora de sacarlo a brillar: las letras. Es el momento de reivindicarnos con nuestras propias historias.
Escribir letras de canciones debería ser parte fundamental del trabajo creativo de los músicos, pero en muchas ocasiones, no hay que negarlo, es un elemento estético que está escondido detrás de poderosas y estilizadas distorsiones, de fills de batería perfectos al tiempo, o de un bajo armonioso al background. Escribir letras de canciones es un trabajo de verdad, con horarios y cansancio. No solo la musa es quien decide cuándo visitar la mente y los sueños. Este ejercicio debería costar, doler, debería causar necesidad de mirar por la ventana, de un sorbo de café, de la noche, el día, el amanecer, el desespero, la hoja en blanco, de las notas que no casan, de la rima, la comida sobre el papel, de tomar la guitarra, el piano, llorar, volver a comenzar, cantar, borrar y escribir otra vez.
Es un compromiso con el arte, con las historias, con el pasado, presente y futuro, con las letras, con las notas y sobre todo, con los oyentes que quieren escuchar realidades escritas de mejor manera.
Por otro lado, y para finalizar, gracias, gracias Bob Dylan, pues tu silencio ante la Academia Sueca es tu mejor composición literaria. Se llama prudencia, se llama grandeza. La verdad, solo nos importa tu creación, tus imágenes sonoras, tus historias llenas de ruido y dulzura, lo demás es solo bombo, platillo y dinero, necesario, pero no para tus canciones.