El mundo de la música suele ser un terreno fértil para las historias que buscan reflexionar sobre la exigencia y la dedicación absoluta que necesita quien quiere alcanzar la perfección en alguna actividad. Piensen por ejemplo en “Whiplash”, de Damien Chazelle. Ahora bien, a diferencia del deporte, que también ha aportado al cine muchas de esas historias, en la música pareciera que la suerte no es un factor que influya en el resultado. Para nuestra fortuna, “La audición”, de Ina Weisse, estrenada esta semana en las salas de cine de Colombia, se desmarca de esa falsa creencia desde su primera escena, en la que un grupo de profesores escucha a algunos alumnos que desean concursar por una beca en la escuela que ellos comandan. Basta con presenciar el diálogo que sostienen los profesores luego de escuchar a Alexander, un joven violinista, para entender que en el arte, que es un asunto de percepciones y gustos personales, sólo se necesita que la persona indicada no aprecie tu trabajo para que ese futuro prometido no se dé, por más empeño que hayas puesto en la tarea. Sin embargo hay algo en Alexander que ha percibido la profesora Anna Bronsky, algo que la lleva a encargarse de sus lecciones de preparación para la audición que será en unas semanas. Y aunque el título y el tráiler hacían pensar que íbamos a tener otra de esas historias de pruebas arduas y profesores irascibles, lo que ofrece “La audición” gracias a un guion complejo y a unos personajes ricos en matices y muy bien actuados, es una excursión al lado más complicado de las relaciones humanas. Será Anna la encargada de llevarnos en ese viaje, gracias a la fabulosa interpretación de Nina Hoss, una de esas actrices que puede derretir un iceberg o congelar una llama con la mirada, que aquí se encuentra con un personaje a la altura de su talento. Anna está llena de dudas sobre sus propias capacidades como intérprete, que la hacen sentirse indecisa e insegura frente al más mínimo comentario cuando la invitan a participar en un quinteto de cuerdas de alto nivel, pero que no puede dejar ver, pues se rompería la coraza de fortaleza que ha construido en el papel de profesora rigurosa y obsesiva con la perfección. Tal vez que el marido de Anna sea un lutier, esa persona que construye y repara instrumentos de cuerda, haya sido la forma que encontraron las guionistas Daphne Charizani y la misma directora, Ina Weisse, para insinuarnos que hay algo quebrado dentro de Anna, algo que se irá revelando a través de los minutos, ayudado por la fotografía de Judith Kaufmann, quien sin exageraciones estilísticas va añadiendo sombras y claroscuros a las distintas secuencias, mientras los personajes van desnudando las zonas más turbias de sus espíritus. Ni siquiera los más jóvenes se salvan, pues con el hijo de Anna y con su discípulo, asistiremos a una de las lecciones más crueles: para alcanzar el éxito hay personas que están dispuestas a todo. Y algunos, en secreto, se enorgullecen de esa falta de escrúpulos.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6