Si hay alguien que conoce la música colombiana desde su semilla, es él, Iván Benavides, un etnógrafo musical, un investigador sonoro, un enamorado del folclor que sabe muy bien cómo funciona la geografía musical de este territorio rico en ritmos, armonías, melodías, historias y poca memoria.
De niño creció en un estudio lleno de discos y libros, lo que definió definitivamente su personalidad y su vida en la actualidad. Su padre era un gran melómano, traía discos de todos sus viajes. Él los tomaba, los escuchaba sin saber muy bien qué era y, de esa manera, intuitiva y curiosa, se enamoró del sonido, como sensación, como impresión; una inspiración que lo tiene vivo respirando. Paul Simon, por solo mencionar uno, fue de sus primeros amores rockeros.
La primera referencia que tuve de él fue por la representativa y emblemática canción “La tierra del olvido”, en la voz de Carlos Vives. Sí, esta canción es de Benavides y Vives. Toda una institución de exportación para nuestra música colombiana, quizá una buena representación de ese mágico macondo de la literatura y la ilusión, pero en el vallenato, en el pop, en el folclor, en la música. Y además de esa referencia, de Iván solo escuché comentarios de respeto y admiración. Por mi parte, solo algunas palabras cruzadas y muchos saludos en conciertos de todo tipo en muchos lugares del país. Siempre lo vi atento, observador, curioso, crítico.
Y como Jacques Cousteau, cada que puede, se embarca en expediciones musicales para alimentar su espíritu, para conocer esa Colombia Profunda, como él llama a esos lugares poco explorados y sin turismo, allí donde las matronas y los campesinos hacen música intuitiva, allí donde el dinero no deja poseer instrumentos importados, sino que la curiosidad y la necesidad son el mejor aliado para crear arte. Y es allí, donde Iván ha identificado la diversidad colombiana, como el mejor elemento para el éxito musical y la exportación de nuestro sonido.
Cuando Benavides escuchó a Los Gaiteros de San Jacinto sintió que esos viejos fiesteros y talentosos le abrieron los ojos, le despertaron esa Colombia Profunda que empezó a explorar y que le ayudó a consolidar proyectos importantes como Iván y Lucía, Bloque de Búsqueda, Carlos Vives, Chocquibtown, Sidestepper y, sobre todo, encontró ese punto de quiebre por el que quizá hoy Colombia repunta en el mapa musical mundial: eso de juntar lo tradicional con lo contemporáneo, lo global con lo local, lo urbano con lo rural, el pasado con el mañana.
Cuando él quiso experimentar con estos conceptos desde la música, muchos académicos vieron esto como una traición a la tradición del folclor, pero luego de los años, y del avance de la misma industria en el mundo, Iván demostró que la riqueza musical de Colombia no se podía quedar estática, debía mutar y evolucionar a la par de la vida misma. Luego de los años y de encontrar esa fórmula estética y musical, Benavides no se queda quieto, sigue explorando y recorriendo esa Colombia Profunda, cada pueblo, cada vereda, en búsqueda de nuevos sonidos e historias.
Su trabajo indiscutible como productor y músico, ha sido lograr que la gente se encuentre en las diferencias de la música, hacer que se encuentre lo que supuestamente no debería encontrarse: los pobres con los ricos, los que saben con los que no, los que están en la periferia y los del centro, la champeta y el rock, el vallenato y la electrónica, todo eso, en un mismo lugar, en la Colombia Profunda, o quizá mejor en “La tierra del olvido”.