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Historia detrás de un nombre: De Bruces a mí

05 de mayo de 2022
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Diego Londoño
@Elfanfatal

El reggae colombiano tiene un sello característico, haber nacido entre montañas y no frente al mar, haber llegado tardío, pero con una fuerza revolucionaria que cambió la vida de muchas personas y de la ciudad. Hace 23 años nació una agrupación en Sabaneta, Antioquia, De Bruces a Mí, un sueño sonoro que arrancó como un anhelo de amigos que investigaban el reggae, ese sonido foráneo que les llamaba la atención, una curiosidad ansiosa y desafiante. En ese momento ellos eran Mauricio Osorio y Julio Domínguez, dos amigos y vecinos. Los discos de reggae llegaban en maletas del exterior y ellos querían explorarlo y compartirlo al mundo con sus recursos.

Los seguidores del reggae en Colombia y, específicamente en Medellín, eran los raros de la ciudad, la cultura uniforme de Medellín los destacaba con sus cabellos enredados y sus colores encendidos. El único bar de reggae llamado BMW, recibía los sueños de jovencitos que querían aprender más. Entrados los años 2000 el reggae a Medellín llegó como una ola, pero ellos ya estaban dentro del mar, surfeando, conocían artistas, el sonido, la filosofía, y el engranaje de paz y amor que construía esa sonoridad cadenciosa y caribeña.

Regresando a la historia del nombre de esa banda, hay que devolvernos al concierto 12 horas por la vida, 20 de febrero de 1995. La plaza de toros La Macarena estuvo lista para recibir a los rockeros. Históricamente fue un lugar que tuvo puertas abiertas para las melenas, las descargas de metal, los pogos, el punk, las crestas, el rock, la contracultura y por desgracia también la crueldad, el sufrimiento y la sangre en la arena. Los grandes artistas que visitaban la ciudad tenían esta plaza como único recinto de conciertos con un aforo superior a las 10.000 personas.

El festival proponía un encuentro ciudadano por la no violencia y en pro de la vida. Invitaron entre otras bandas a Bajo Tierra, Bailo y Conspiro, Kraken, Estados Alterados, Luna Verde y Ekhymosis, todas estas bandas citadas por su alto impacto en la juventud.

Algunas cosas curiosas pasaron en este concierto agitado que empezó con el pasodoble al estilo punk de la canción Manizales del alma. Por ejemplo, cuando Camilo Suárez, vocalista de Bajo Tierra, se tiró al público confiando que sería atrapado por muchas manos sedientas de rocanrol, al mejor estilo Iggy Pop con sus stage diving, nadie procuró por poner sus manos y terminó de cabezas en la arena con su frente sangrando. Del suelo lo pararon dos servidores de la Defensa Civil, volvió al escenario y dijo: ¡Tranquilos, nada pasó! y la respuesta de la gente fue gritar, aplaudir y el concierto siguió.

Ya afuera, Mauricio Osorio, uno de los grandes fanáticos de la banda, se le acercó a Camilo, para saber cómo estaba.

–Nada hermano, me fui de bruces, pero todo bien.

Y luego de esa caonversación, la palabra De bruces quedó sonando en la cabeza de ese juvenil fanático, en sueños, en conversaciones con amigos y en la extrañeza de su sonoridad y de no haberla escuchado nunca.

La mística de la palabra –D e B r u c e s– lo encantó, hasta el punto de llamar a esa nueva banda que hasta ahora empezaba de esa manera, De Bruces a Mí. De la música a la música, una historia de la influencia que se hizo canción.

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